sábado, 7 de enero de 2017

Etapa 4 - San Agustín a Mocoa

Escrito por Alejandro Salamanca


Energía, es la palabra que mejor puede describir la etapa de San Agustín a Mocoa. No en una sino en varias representaciones. Solo puedo pensar la energía generada por la emoción de conocer un nuevo lugar acompañado de un grupo muy unido y animado y transitar por una ruta que sin duda nos va a sorprender; y la falta de energía por el cansancio acumulado de las etapas anteriores, con las cuales no podríamos estar donde estamos hoy. No sé por qué tanta gente se pierde de estas oportunidades y conocer este hermoso país.

La energía puede presentarse en diferentes formas. Montando bici la energía cinética puede significar un placer indescriptible. Procurar ir cada vez más rápido, sentir la adrenalina, competir con los demás y contra uno mismo para superarse. Está prueba pensamos que era solo bajada cuando arrancamos. No sé si todos mis compañeros, o solo yo, sentimos que aunque prolongada esta etapa sería fácil y rápida debido a las bajadas. Aunque no fue la ruta que esperábamos hubieron bajadas que nos permitieron sentir está sensación maravillosa con un paisaje espectacular. Fueron casi trece (13) horas montando en bici, y cerca de 170 kilómetros. Recuerdo que aun con limitada visión por el agua que caía y el agua que rebotaba del suelo, pasamos al menos seis (6) cascadas de quebradas de diferentes colores (amarilla por los sedimentos, blanca por el exceso de oxígeno al golpear las piedras e incluso roja por presencia de hierro) y cruzamos grandes ríos (Naranjos, Caqueta, Mocoa y Rumiyaco) en los cuales bajar la velocidad para apreciarlos mejor valía mucho la pena. Sin ninguna duda, ir rápido o despacio es una gran experiencia sobre una bici.



El trabajo es otra forma de energía. Ésta está presente cuando una fuerza realizada genera movimiento. Qué mejor forma de presentarlo que con el tránsito en la geografía colombiana. Nuevamente, pensamos que esta etapa sería principalmente bajada, pero cruzamos por varias montañas que casi me hacen desfallecer. Guti en la camioneta tuvo que realizar un trabajo sobrehumano para apoyarnos todo el recorrido por más de trece (13) horas acompañándonos y apoyándonos. La larga distancia de la etapa acabó con mis fuerzas, a pocos kilómetros de llegar pensé en rendirme, ya iba a bajarme de la bici y hacerle compañía a Guti y Andrea pero mis compañeros no me lo permitieron. Sergio me apoyó en las últimas subidas dándome ánimos. Pero cuando ya no daba más llegó Vergara y me dio un empujón llamando a otros que se unieran y así entre varios me ayudaron a lograrlo. Esta fue la prueba más latente que he tenido de cómo el trabajo conjunto de un equipo puede atravesar encima de cualquier montaña.



La energía potencial puede presentarse en los  momentos de especulación cuando uno "corona" una cima. Ese momento en el cual uno después de trabajar fuertemente se ve cómo la pendiente disminuye y suele seguir una bajada. Bici en la cima creo que busca llegar a está sensación de logro y orgullo propio y de todo el grupo al llegar a la cima y a la meta. Llegar a la cima o al fin del recorrido es una gran alegría, es mostrar y mostrarse que todo el esfuerzo realizado vale la pena. Y no hay que llegar a un solo punto para demostrarlo. Dar todo de uno, llegar al límite con convicción es algo que no cualquiera está dispuesto a hacer y merece un reconocimiento. Esta etapa tuvo muchas cimas para sentir este sentimiento. Vergara me acompañó una gran parte del recorrido en el Cauca, y cada vez que cruzábamos por una cima me decía "vamos que ya nos falta una cima menos". Con esa frase lo  que se puede pensar es que cada esfuerzo  tiene su recompensa pero no es el fin hace falta llegar al destino para lograr grandes cosas.



El calor, una forma de energía que inspiró a mis compañeros a invitarme a escribir este blog. ¿Por qué? Porque la sensación térmica se hace presente en el intercambio de energía entre dos cuerpos y se hizo latente desde que arrancamos. Desde la noche anterior hablamos de madrugar más para no pedalear con el sol de medio día y no insolarnos. ¡Que ilusos fuimos! pues madrugamos pero tuvimos que salir tarde porque al arrancar Sergio y después Federico y Cruz, o Daniel se pincharon. El día inició muy oscuro, y no tardó mucho en empezar a llover. No fue una lluvia fuerte, pero sí una de esas lluvias que hacen preguntarse si ponerse la chaqueta o no, y este cuestionamiento  fue latente todo el tiempo. En el desayuno en Pitalito, Huila, recuerdo que hicimos un experimento de transferencia de calor con Rosas, pues el chocolate estaba muy caliente y lo pasamos de vaso en vaso para que se enfriara con el aire que estaba más frío. No muy diferente fue la reacción del agua con nuestros cuerpos, pues después del desayuno siguió una recta seguida por un largo ascenso que terminaba en una bajada prolongada, en donde nos empezó a llover nuevamente, pero esta vez el clima fue inclemente y el frío se hizo presente. El frío me afectó un par de veces, en una ocasión me vi forzado a detenerme y beber un poco de agua de panela que mi mamá (Marcela) le dio a Guti antes de partir. La segunda vez, fue en San Juan de Villalobos, Cauca, donde almorzamos y yo llegué tiritando. En este lugar, presenciamos otra forma del calor en nuestro viaje. Después de que unos policías nos tomaran unas fotos para concientización, entramos al establecimiento de Doña Noemí, proveniente de Villagarzón, Putumayo. Doña Noemí es una señora mayor, muy querida, tiene una sonrisa alegre y traviesa, le pregunté si podía sentarme en una silla y ella muy atenta me entregó una agua de panela seguida por una cobija, sin importarle que la mojara. Personas como ella hacen muy ameno cualquier momento, aunque uno no lo esté pasando del todo bien.



Después seguimos el viaje en un nuevo ascenso que nos permitió calentarnos un poco, antes de bajar. Siguieron muchos columpios pero se pudo notar el cambio del paisaje, de bosque nublado a un bosque húmedo, con una presencia de exuberantes colores, olores y sonidos expresados por plantas y animales (principalmente aves). El Putumayo nos recibió con una calurosa bienvenida, en dos ocasiones. La primera, después de cruzar el río Caquetá, majestuoso, la lluvia cesó y el cielo se abrió dando paso al sol que nos calentó. Aunque nos esperaban más de veinte (20) kilómetros con bastantes subidas, el Putumayo me deslumbró. Al llegar a su capital, Mocoa, la bienvenida fue todavía más amena, y creo que para algunos inesperada. Estaban en carnavales, alegría y fiesta por doquier. No sabíamos donde quedaba el hotel entonces paramos para organizarnos, pero Luisa quería jugar y fue a pedirle talcos a algunos niños para jugar con ellos. Todo se salió de control cuando le preguntaron que por qué no nos acercábamos a donde ellos, que si teníamos miedo. Luisa no dudo en sugerirles que nos echaran a nosotros talcos, fue una locura por un momento y todos quedamos envueltos en el carnaval. Cruzamos toda la ciudad y en cada cuadra un grupo de personas nos echaban talcos, espuma con mucha alegría. Al llegar al hotel, la sensación fue de orgullo, ¡lo habíamos logrado! Estábamos cansados, debíamos descansar, pero teníamos tiempo para celebrar el logro que habíamos acabo de completar.

Lamento lo extenso del presente blog, pero el camino fue largo, duro, y dejó mucho más por decir. No hay que olvidar estas sensaciones, debemos estar abiertos siempre a dejarnos sorprender, a esperar más de nosotros y seguir adelante aunque creamos que no podremos, el apoyo de los demás puede ser esencial y no lo podemos despreciar. Muchas gracias a mis compañeros, a mis amigos, por permitirme esta oportunidad y por ayudarme a lograrlo. Nos queda mucho camino pero debemos tener la mejor actitud con toda la energía, en sus diferentes formas.




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