domingo, 3 de febrero de 2019

Etapa 5. Machetá - Bogotá (Alto de Patios)

Por: Andrés Vergara
7 de enero de 2019
@bicienlacima

Último día.

El día anterior había terminado exhausto. Cansado. Y preocupado. ¿Nos darán las piernas para
llegar a Bogotá? ¡Estamos en la porra! Yo estoy cansado, yo que he entrenado un montón, hice 13
mil kilómetros de bicicleta el año pasado. Estoy cansado. Sentí miedo.

Mi estrategia cuando estoy cansado es comer y dormir. Supongo que, si uno hace eso, habrá
energía para lo que sea. Por fortuna el lugar al que habíamos llegado en Machetá estaba sabroso.
Cama cómoda, buen baño, buena ducha.

La etapa final consistía de 100 kilómetros entre Machetá y Bogotá, pasando por el Sisga, y
tomando la famosa Perimetral de Oriente, para bordear Tominé, pasar por Guatavita, pasar por La
Calera y llegar a Bogotá por Patios. Eran 100 ki ló me tros. Y un desnivel también bravo. Tenía
miedo jaja.

Pensando en lo que se nos venía, sugería hacer algunos cambios: como el día anterior ya habíamos
ido hasta Machetá (pueblo), pero el hospedaje había implicado devolvernos unos kilómetros EN
BAJADA, entonces propuse que saliéramos desde Machetá (pueblo), y así ahorrarnos esos 6 o 7
kilómetros de subida, que podrían significar una hora más de viaje. Y sugerí otra cosa: en vez de
pedalear por la carretera entre Sesquilé y Guasquita, que pasa por Guatavita y que tiene bastantes
columpios, que nos fuéramos más bien por la autopista norte hasta Briceño, que entramos por
Sopó y llegáramos a la bajada de Guasquita, siendo esta propuesta igual en distancia, pero con
menos subidas. Mis propuestas fueron aceptadas.

En la noche previa a la etapa final comimos pasta. En el lugar había poca señal de celular, lo que
facilitaba irnos a dormir temprano. Algunos vieron televisión, yo preferí ir a dormir. Compartí
cuarto con Mutis, el gran capo del equipo.

Nos levantamos temprano. Había buenas sensaciones. Comer y dormir habían dado frutos. Quizás
fue el día que más rápido nos alistamos para salir. Cereal y bonyurt fue mi desayuno. Se venía la
etapa más larga, pero quizás la más fácil porque todo era pavimentado, y las pendientes de las
subidas no eran tan complejas. Alistamos maletas y, tal como lo había propuesto, salió el carro con
el primer grupo de ciclistas, hasta Machetá. En ese primer combo iban Felipe, Hernández y Mutis.

Yo me quedé con Martín y Nicolás. Martín había estado con indicios de gripa, pero tenía buen
semblante. Nicolás es fuerte, y si está débil no lo demuestra. Estábamos listos para subir al Sisga.

Salimos en la bicicleta hasta la principal, y apareció la camioneta que nos subió hasta Machetá.

Eran las 6:30am. Bajamos las bicis y empezó la rumba: subir al Embalse de El Sisga y después al
Alto de El Sisga. Ya en bici en la cima 3 habíamos hecho la carretera. Hace unos meses había ido
hasta allá, pero en bici de ruta, eso es otro cuento.

Pero empezar la etapa en subida no es fácil. Teníamos 400 kilómetros encima… pero no había de
otra. Mi apuesta mental, como para tener tema en qué pensar, era en cuánto tiempo
alcanzaríamos al grupo que había salido antes que nosotros. ¿Los alcanzaremos antes del Sisga?

Esa carretera es linda. Es cordillera. Nada que ver con el altiplano. Era subir y subir. Había algo de
frío, pero eso era lo de menos. Fueron una hora de dar pedal hasta que visualizamos al resto del grupo, y se empezó a divisar el embalse a la izquierda y la carretera a la derecha. Supuse era un
buen síntoma, ya estamos cerca…

…Cerca de qué, aún faltaba cruzar el Sisga, ¡el Alto!, bajar y parar a desayunar, y darle un montón
de kilómetros, subir al alto de arepas, subir a patios por atrás que ¡siempre cuesta!, y llegar a casa.
Aún estábamos más cerca de Machetá que de la meta.

Arrancamos juntos nuevamente para la subida, y le hicimos de chorro hasta el lugar acordado para
el desayuno. Llegamos, nos metimos tremendo desayuno: nos tenía que dar para llegar a Patios.
Qué desayuno tan sabroso. Huevos, pan, jugo, chocolate, y otro pan porfa. Ida al baño,
bloqueador en la cara, y a pedalear. Eran las 9am.

Arrancamos por la autopista, ¡qué mamera la autopista! Llevábamos 4 días pedaleando por
carreteras secundarias casi todas destapadas, en las que pocos carros pasaban. Era lunes festivo,
había operación retorno, se oían muchos motores, sobretodo de motos, tractomulas, flotas y
carros. Pero bueno, yo era el que había propuesto tomar la autopista en vez de meternos por
Tominé. Eran 45 minutos para llegar a Briceño, y nuevamente salirnos a vías más calmadas.

Arrancamos, solo tuvimos la subida esa que hay antes de llegar al Peaje. Casi todo plano, eso
permite avanzar sin mayor esfuerzo.

Cuando íbamos por Tocancipá, un carro pitó amablemente, era mi mamá. Nos había salido a
buscar, y nos iba a escoltar hasta llegar a Bogotá. Fue divertido, emotivo. De hecho, más adelante,
cuando pasamos Sopó, apareció mi padre, que ya nos había acompañado en Guasca. Momento
para saludar, y para reagrupar. Estábamos a 41 kilómetros de terminar. Nos había rendido.

Eran las 10: 30am cuando empezó la parte final de la travesía, pero tramo duro del día. Subir el
alto de Arepas y luego el empinado alto del cable y finalmente, el mítico alto de patios al que uno
siempre llega con la lengua afuera… En patios nos esperaban los deliciosos beigles de Om, gran
lugar para llegar después de cualquier entrenamiento… o para llegar después de una travesía.

Nos habían pasado muchos ciclistas, aquellos que van con más afán, pero ahí íbamos nosotros, en
grupo a paso lento pero seguro. Mutis, el capo del equipo, conocido por todos como “el
gastronómico” ponía el ritmo. Los del carro se adelantaron porque, supusieron que quería
comerse una arepa en el alto de las arepas… prefirió seguir derecho, menos mal, porque más
adelante Om nos esperaba.

Pasamos por La Calera, llegamos al Embalse San Rafael, y apareció un buen amigo que venía desde
la Cuchilla. Wow, mis respetos, ¡La Cuchilla!, pensé; pero bravos nosotros hacer lo que habíamos
hecho jaja. Nos acompañó a nuestro paso hasta que empezó la subida… solo faltaban 3
kilómetros, o lo que haya de esa subida, para terminar con todos los cansancios acumulados.

¡La última subida!
Era el cierre, el fin, la culminación de esta travesía que nos había permitido conocer un montón de
lugares que están en nuestro mismo departamento, en el patio oriental de Bogotá. Una vez más
queda claro que no hay que ir a Cafarnaúm para conocer el mundo… A menos de 100 kilómetros
lineales hay lugares sorprendentes. Por ejemplo, poca gente sabe que Bogotá cuenta con el
páramo más grande del mundo –el de Sumapaz- y está en el sur de nuestra capital.

El caso. La bicicleta es una terapia de meditación, y mientras se pedalea, se piensan mil cosas.
Sobre todo, cuando uno hace estos planes, cuando uno se mete en destapados largos, con
bosques, páramos o potreros, cuando el sonido del viento, de los pájaros o de la misma bicicleta,
lo ponen a uno a soñar, cuestionar, y hasta plantear y resolver dilemas de la vida.

La llegada a Patios fue emotiva. Pasaron cosas curiosas. Por ejemplo, un buen amigo que había
estado acompañándonos el primer día hasta el páramo de El Verjón, hizo pancarta y subió a
recibirnos faltando 200 metros para el Alto. No nos lo esperábamos. Gracias Samuel.

Gran recibimiento de Samuel
Y en Om, ya estaban algunos papás de gente del equipo, incluida mi madre que nos había
escoltado desde Tocancipá. Y estaban los deliciosos bagels, varios batidos y café que nos habían
reservado. Qué hambre teníamos, desde el desayuno en Sesquilé no comíamos algo, fuera de lo
que cargábamos en nuestros bolsillos o lo que nos había dado el carro.

Una pequeña recompensa al final
Llegar a patios tiene su mística. Para muchos, es el Everest bogotano; para otros, es un epicentro
de la cultura de la bicicleta en Bogotá, y ha sido para un montón de ciclistas, el primer
entrenamiento. Pues ahí, en Patios, terminamos nuestra travesía.

No queda más que agradecer.

A Colombia, a Cundinamarca y al planeta tierra, por sorprendernos con esta geografía, con los
paisajes, con los climas y con la gente.

Al equipo de Bici en la Cima por esta nueva travesía, ya llevamos 6; y a la logística, son
fundamentales en esto que hacemos. Guti y Juan Diego, se fajaron.

A los patrocinadores y a los que nos apoyaron, como Chevrolet, la Colorado fue perfecta para adaptarse al difícil terreno que tuvimos que afrontar. Tempo Cycling que nos hizo la limpieza de las bicis muy fácil con los productos Muc-Off. Y Om, quienes nos esperaron para recibirnos con unos Bagels y batidos incríbles en Patios.

A nuestros amigos que estuvieron pendientes, que llamaron, escribieron y que nos hicieron
seguimiento a través de nuetro blog, de las redes sociales.

A nuestras familias por entendernos, por apoyarnos y por acompañarnos.

Y a Dios, por todo.

Etapa 4. Ubalá - Gachetá - Machetá

Por: Nicolás Casas R.
6 de enero de 2019
@bicienlacima

Domingo 5:15 AM. Suena la alarma. Snooze. 5:20 AM. Suena otra vez. No quiero levantarme; lo más difícil de estas travesías no es el sol, ni la lluvia, ni las montañas, ni las subidas, ni las bajadas, es levantarse en la madrugada. El cansancio acumulado de 3 largas jornadas bici se siente tan pronto pongo los pies en el suelo e intento ponerme en pie. Aunque hubo mucho ruido la noche anterior frente al hotel, dormí como una piedra.

Me alisto rápidamente para salir de la habitación y tomar el pre-desayuno, banano y granola con yogurt, para no arrancar sin nada en el estómago. Alistamos las maletas para meterlas en la camioneta. Llenamos las caramañolas y le ponemos aceite a las cadenas de las bicis que limpiamos el día anterior.

6:30. Otra vez vamos tarde, finalmente arrancamos a las 6:45 rumbo a Gachetá. Empezamos a subir, dejamos atrás Ubalá y comenzamos a ver de nuevo la represa del Guavio junto al imponente cañón que la encierra, tomamos las últimas fotos del embalse e iniciamos el descenso que termina en Gachetá.

Última gran vista de la represa
Encontramos un sitio para desayunar frente a un mercado de ganado, me impresiona Juan Manuel que pide un tamal gigante, unos huevos con arroz, dos jugos de naranja, café y pan. Tardamos cerca de una hora desayunando y seguimos nuestro camino hacia Manta a eso de las 9:30. 

Tan pronto salimos del pueblo empieza una de las subidas más largas de la travesía, unos 22 km con algo más de 1000 m de desnivel. No ha pasado media hora y nos detiene un camión atravesado en el camino al que intentan subir con mucha dificultad unas reses. "¡Eso vaca!" grita el vaquero cada vez que logra que uno de los animales le haga caso. Con la carretera despejada, continuamos el ascenso. Guti y Juan Diego nos esperan a la mitad de la subida con sánduches de mantequilla de maní y mermelada que ayudan a mantener la energía, recargamos caramañolas y seguimos.

¡Eso vaca!
Vamos llegando a los 2500 msnm y se ven al otro lado del valle las montañas que cruzamos hace dos días, el páramo de Monquentiva, mucho más alto de lo que llegaríamos hoy. Martín, Andrés, Felipe y Juan Manuel se adelantan un poco, yo voy atrás con Mutis. A falta de unos 4 km de coronar la subida, encontramos un toro atravesado en el camino, viene un campesino corriendo hacia nosotros y nos advierte que tengamos cuidado que el toro embiste. Paramos y observamos con asombro cómo el animal que fácilmente sobrepasa los 700 kg, salta una cerca como si nada y sigue corriendo por un potrero, mientras 4 vaqueros se preparan para ir por él.

Un sinfin de montañas
Continuamos subiendo y ya cerca de la cima, encontramos una cascada del Río Muchindote que desemboca abajo en la represa. A casi 2800 msnm, el único valiente que se mete al agua con ese frío es Juan Manuel. Finalmente culminamos el ascenso y empezamos la bajada hacia Manta, un camino con mucha piedra grande que castiga el cuerpo ya resentido. Duelen las manos, los pies, la cola, la espalda, las piernas, mejor dicho, todo. Un poco de envidia por Guti y Juan Diego que pasan como si nada en la Colorado. Martín se pincha y todos aprovechamos para descansar. Salen 5 perros ladrando de una finca y logramos sobornarlos con un par de panes. Terminamos de despinchar y seguimos bajando, la trocha suaviza un poco pero sigue siendo incómoda, finalmente llegamos al pavimento a pocos kilómetros de Manta, ¡qué alivio! Llegar al pavimento después de esa bajada es como encontrar limonada (o pola) fría cuando uno tiene sed, como meterse entre las cobijas cuando uno tiene frío, como pararse frente a un ventilador cuando hace calor, como comerse un pan con mantequilla a cualquier hora del día (sí, me gusta el pan), en fin, es tremendo descanso.

Parada en la cascada antes del doloroso descenso
Llegamos a Manta a las 2:10 PM y estaban en día de corrida de toros, milagrosamente Martín encuentra una bicicletería abierta para comprar un neumático de repuesto. Mientras tanto Vergara se come un Detodito con Pony Malta y Juan Diego le pide a Mutis que le deje montar en su bici los últimos kilómetros que quedan para llegar al destino del día, Machetá. A pesar de las ganas de montarse otra vez en la bici, Mutis accede.

Iniciamos el descenso hacia la carretera principal que conduce de Guateque a Machetá. Juan Diego se queda atrás, baja con cautela porque hace 5 meses no se subía a una bici, lo operaron de la rodilla en Septiembre y no había podido hacer nada de ejercicio. Llegamos todos juntos a la carretera principal y empezamos una subida tendida de 13 km hacia Machetá.

Faltando 3 km para llegar, aumenta la pendiente y cada uno sigue a su ritmo. Guti y Mutis en el carro se adelantan para conseguir un sitio donde almorzar. Finalmente vemos el pueblo y este nos recibe con dos cuadras finales entre el 15 y el 20% de inclinación que exprimen lo último que nos quedaba. Casi son las 4 PM y apenas empezamos a almorzar, luego a descansar al hotel. Por fortuna no se ensuciaron mucho las bicis hoy.

Este fue en día sobre todo de resistencia, 90 km y 6 horas sobre la bici, ya sumamos 8500 m de ascenso acumulado con los días anteriores. Mañana se viene la última etapa y aunque no es tan dura como las anteriores, igual es larga y los kilómetros recorridos en estos cuatro días pesan, pesan mucho.

miércoles, 30 de enero de 2019

Etapa 3. Gachetá - Gachalá - Ubalá

Por: Juan Pablo Mutis O.
5 de enero de 2019
@bicienlacima

La madrugada no fue fácil, la jornada del día anterior había sido intensa, no solo por 87 kms, 2.200 metros de desnivel positivo y las 7 horas y 30 minutos en movimiento que habíamos hecho desde Choachí hasta Gachetá pasando por Guasca, sino porque ya se empezaba a sentir el cansancio en las piernas, espalda y cola de 2 días de expedición. Al menos, para alivio de todos y particularmente de Guti, nuestra conductora estrella, Juan Diego “La Tortuga” Atehortúa se había unido al grupo el día anterior como copiloto en la Chevrolet Colorado que nos acompañó durante toda la expedición; excelente desempeño en todos los terrenos!

Partimos temprano de Gachetá
Tipo 6 am ya estábamos medianamente listos, empacando maletas en la camioneta y tomando el desayuno #1 del día para arrancar rumbo a Ubalá, pero obvio no por el trayecto corto y pavimentado, sino dándole toda la vuelta al Embalse del Guavio, pasando por Gachalá donde se planeó el desayuno #2 del día. Arrancamos con una pequeña bajada para luego un duro ascenso de 500 metros acumulados que, para sorpresa de todos, fue un buen pedazo pavimentado, lo que ayudó bastante para tener un ritmo decente. Luego, un corto descenso hasta Gama para una última subida y encontrar la primera vista del bellísimo Embalse del Guavio, desconocido para mí hasta ese momento; no dudamos en parar para registrar ese momento.

La primera de muchas vistas al cañón que encierra el embalse
De ahí y hasta Gachalá, mucho polvo, casi todo en bajada, muchas paradas fotográficas, rematando en el puente sobre el embalse que conectaba con el primer túnel por el que pasaríamos en la expedición; túnel en subida por supuesto.  El puente extenso, sobre el embalse de aguas azul-verdosas, alto aunque se alcanzaban a ver peces en la superficie del agua y que se estrellaba del otro lado con un túnel en subida, frío y curvo, con zonas sin iluminación y con varias caídas de agua filtrada por la montaña. Luego un par de columpios y Gachalá; el desayuno que nos merecíamos más o menos al kilometro 30 de 70 que recorreríamos este día.

El primer puente que cruzamos sobre la represa, antes de Gachalá
Continuamos nuestro camino alrededor del embalse con columpios extensos y empinados que en repetidas ocasiones ofrecían una nueva visual del espectacular espejo de agua entre imponentes montañas ahora iluminadas por un penetrante sol que en conjunto con las subidas, unas pavimentadas y otras no, empezaron a mermar el ritmo del inicio de la etapa y cansarnos más y más. Luego, un nuevo túnel, esta vez en bajada y también frío, curvo y con sectores sin iluminación, y estábamos sobre la represa escoltada por militares con una vista única de este majestuoso rincón colombiano; par fotos y nuevamente túnel con las mismas características, pero en subida, y al salir, nos esperaba un caluroso ascenso hasta Ubalá, el destino de la jornada.

Paso sobre el muro de la represa
Llegamos inicialmente a la plaza principal del pueblo, algunos escogieron las 3 últimas cuadras increíblemente inclinadas, y otros como yo, uno más suave, dándole la vuelta al pueblo. De ahí nos regresamos un poco hasta el hotel, que contrastando con el resto del lugar, estaba en muy buenas condiciones, muy bien atendido y con habitaciones amplias de buen baño; hasta terminamos lavando las bicis y almorzando y cenando cerca; lástima la rumba generalizada que había en el pueblo, casi no nos deja dormir.

Con Muc-Off fue muy fácil limpiar las bicis


Debo confesar que si bien fue una etapa dura, con casi 70 kilómetros, más de 2.000 metros de desnivel positivo y algo cercano a 5 horas y media en movimiento, con sol intenso en más de la mitad del trayecto, la belleza del embalse, el clima dentro de los túneles y la sorpresa del pavimento que no teníamos en los planes, hacen de esta etapa una que repetiría. Esperemos qué pasa mañana, porque una vez pasemos de nuevo por Gachetá, se viene la subida más dura de toda la expedición, dicen algunos que de 30 kilómetros con más de 1.000 metros de desnivel positivo.

Etapa 2. Choachí - Gachetá

Por: Juan Manuel Hernández
Enero 04 de 2019
@bicienlacima

Hoy empezamos con mucha energía esta etapa, desde que salimos de la finca los metros de ascenso no se hicieron esperar, era un abre bocas de todo lo que venía, rocas grandes, frío mezclando con lluvia, descensos a gran velocidad que por el tipo de terreno te hacían doler las muñecas y manos, sin embargo la actitud siempre estaba presente en todo el equipo.

Saliendo de Choachí nos esperaba un largo ascenso hasta Guasca

Transcurría el kilómetro 16, agotados ante la dificultad y longitud de la subida muchos dábamos por realizado que era la mitad de la etapa, por ende parada rápida a recargar hidratante y comida que nos brindara energía para lo que aún faltaba de la etapa (ya se pueden llegar a imaginar la dificultad de esta). Luego de recorrer otro tramo más de 16 km aproximadamente, hacemos la primer parada a desayunar en Guasca, el cuerpo ya empezaba a reclamar a causa del cansancio y el dolor. Recargamos energía y venía la gran parte, esa parte en la que el paisaje decide recompensarte, en donde la paz se apodera de tí, te hace olvidar cualquier tipo de problema, en donde te das cuenta lo perfecta que puede ser la naturaleza, montañas perfectamente moldeadas, árboles ubicados con precisión y lo pequeños que somos realmente.

Coronamos la subida al Páramo de Monquentiva desde Guasca
Este tipo de cosas que te hacen alejar de todo lo material, recapacitas y entiendes lo que realmente es importante. Para ser más claro, el páramo nos brindaba una gran postal desde un mirador rodeado por frailejones en donde veíamos claramente el recorrido restante, el cual se volvía un poco insignificante.

La vista del Pantano de Martus es increíble
Finalmente, después de tanto sufrir, venía un gran descenso para llegar a Gachetá, ojo, un descenso en destapado de 25 km no es lo que se imaginan pero lo logramos. Etapa sufrida. Personalmente la más fuerte que he realizado en mi vida, el dolor, enfermedad (gripa) y dificultad me llevaron a un nivel nunca antes experimentado, pero todo lo vivido me hacía seguir, no detenerme y olvidarme de todo.

miércoles, 9 de enero de 2019

La Bici en la Cima desde otra perspectiva

Por: Samuel Nossa

El miércoles a las 9 de la noche terminé un entrenamiento nocturno y encontré un mensaje de mis amigos de @BiciEnLaCima que avisaban de su salida para el jueves en la madrugada. Yo estoy entrenando para recuperar la forma. Este año me dediqué a tareas académicas y del trabajo y descuidé mucho la bici, y claro, es toda una odisea retomar el deporte siguiendo el paso de mis amigos que no pararon de entrenar.

El mensaje nos invitaba a despedirlos el jueves con “un empujón” en la subida al Verjón. Los jueves en la mañana esta subida se convirtió en una institución del ciclismo bogotano. Pero los grupos con los que salgo a rodar suben a tope para completarla en una hora desde el CAI de Rosales. Y claro, subir a tope en la mañana siguiente a un entrenamiento es duuuuuro. Sólo hay una forma: comer bien, dormir bien y hacer de tripas corazón. Me preparé unas pastas con trucha, un par de botellas de agua y a la cama directo.

Salí a las 6 am, los alcancé en la quebrada La Vieja, y nos fuimos echando chisme con Vergara hasta la Distrital del Vivero. Ahí me enteré de los números del recorrido, 5 días, 400 km y no se cuántos miles de metros acumulados hasta volver a Bogotá. Así que en vez de poner un paso duro había que ahorrar energías.

Me puse al frente para jalar (un trabajo natural para un acompañante) y empezamos a subir con un paso constante. No más al iniciar, un par se descolgaron para ir a su ritmo, y luego, un poquito más adelante, cada uno encontró su punto justo. Así que seguimos subiendo y echando chisme con Martín, que normalmente en estas subidas me lleva colgando la lengua y a un paso inmanejable. Ya en la recta final para llegar al km 11 le dije que me iba a lanzar y esprintamos. Es la primera vez que lo dejo tirado en un sprint, y creo que se debe a que yo tenía un plato de 52 mientras él uno de 34. Esas pequeñas revanchas que permite este deporte.

Acompañé al equipo hasta el km 11 del Páramo del Verjón
En el 11 esperamos para reagrupar con una aguapanelita caliente, las selfies reglamentarias, los mejores deseos y una larga despedida. Una vez reagrupados, continuaron su trayecto del primer día hasta Choachí mientras yo bajaba del páramo a 4°C con llovizna. El calor de la camaredería de @BicienlaCima me ayudó a compensar el frío.

jueves, 3 de enero de 2019

Etapa 1. Bogotá - Alto El Palo (Choachí)

Por: Felipe Caicedo
@bicienlacima

Ansiedad. Nervios. Expectativa. Son algunos de los muchos sentimientos que pasaban por la cabeza antes de comenzar a pedalear. “¿Por qué me siento así?, he entrenado todo el año, 2018 fue quizás mi mejor año sobre la bicicleta”. Era una de las tantas cosas que pasaban por mi mente. No lograba explicarlo. 

Era quizás el hecho de llevar 3 semanas sin dar un pedalazo. Quizás fue alimentado por nuestras propias familias que, aunque orgullosas, no podían disimular los nervios que le producía saber que su ser querido iba a pasar 5 días expuestos al sol, la lluvia, a los riesgos propios de la carretera, por periodos de más de 5 horas. O simplemente, quizás, es una reacción natural de nuestro cerebro cada vez que se enfrenta a un evento desconocido. ¿Será que nuestro cerebro se vuelve adicto a esa sensación y por eso el ciclismo y las expediciones es algo que no podemos dejar de hacer? No lo sé. Pero la sensación era real.

Sensación que se fue en el momento en que dimos el primer pedalazo cuando cada uno salió de su casa sobre las 5 de la mañana.

6 en punto de la mañana todos reunidos con nuestras familias listos para salir. Esa sensación que describo la cambiamos rápidamente por el frío intenso (si, toda la semana soleada  y hoy fue el día más nublado y frío del 2019). Con grata sorpresa dos motos de la policía nos escoltan y nos llevan seguros hasta el Páramo del Verjón.

Todos listos para iniciar la travesía junto a Chevrolet
El acompañamiento de la Policía hasta el Páramo


La mente juega contigo, y juega mucho. Entre la subida interminable, el frío intenso y la todavía cercanía de la casa, la mente se inunda de pensamientos de abandonar y preguntas de “¿POR QUÉ RAYOS me metí en esto?”. Paciencia mi gente. Aunque suene obvio, de las expediciones aprendí que no son carreras. Es una forma diferente de pedalear, se trata de ir más despacio, de disfrutar cada metro, el entorno, los animales, la gente que te saluda por el camino. Los 16 kilómetros de la subida hasta el Páramo del Verjón fueron eso, un tire y afloje mental en el cual las vistas del camino le ganaron con creces a todos los diablitos que me hablaban en la cabeza y me decían que aún podía dar media vuelta y disfrutar los últimos días de vacaciones en la comodidad de mi casa.

Parada obligada para despinchar

Bajamos hasta antes de Choachí, desvío por trocha y mucha subida hasta una bajada técnica hasta Choachí. Tan técnica que terminé pinchado después de un salto. Parada para desayunar en el pueblo y de ahí los últimos kilómetros con M U C H A subida hasta el lugar donde pasaremos la noche.

El paisaje en la bajada a Choachí


Hoy, aquí desde la Finca Vega del Oso, después de haber superado todas las trabas mentales para iniciar este viaje, solo quedan pensamientos positivos. Pensamientos de satisfacción por haber completado una etapa tan dura. De agradecimiento por la calidad de gente con la que emprendimos este viaje y los patrocinadores que nos han facilitado todo el proceso. De gratitud por el día que tuvimos, que a pesar del frío, transcurrió sin lluvias, nublado para que el sol no nos quemara. De alegría por haber llegado a la finca y poder dormir bajo un techo, calientes y poder tomar un súper almuerzo después de pedalear. 

Pero sobre todo, nos queda una reflexión: tracen una meta y vayan por ella contra viento y marea. Hace 5 meses tuvimos la primera reunión, hubo gente que se salió, cambiamos la ruta original, hubo cambio en la logística, pero hoy podemos decir : esto comenzó y vamos con todo a conocer y enamorarnos de Cundinamarca en estos 4 días de expedición que quedan, vamos a aprender de nosotros mismos, vamos a cumplir un sueño y vamos a vivir la vida al 100%.

martes, 1 de enero de 2019

Una nueva edición de la Bici en la Cima

Por: Martín Guzmán Herrera
@bicienlacima

La bicicleta ha sido una de mis pasiones desde hace un buen tiempo y podría estar montando en una todo el día si hubiese piernas suficientes para hacerlo. A pesar de esa pasión no son muchas las travesías que he hecho y es por eso que tengo muchas expectativas de esta versión de Bici en la Cima. Primero está la emoción que produce recorrer lugares desconocidos en bicicleta. Es tal vez la forma más genuina de sentir libertad pues somos nuestro propio motor y nada distinto al curso del camino determina el rumbo que tomamos.

En segundo lugar, la incertidumbre frente a la dificultad del camino que decidimos recorrer. Tenemos todos muy presente que va a ser duro, pero hay variables que no se pueden prever al trazar la ruta en el computador. Calor, lluvia, frío, una mala noche, hambre, características del suelo, todos elementos que pueden hacer más retador el viaje y que también lo hacen más llamativo.

Nos esperan lugares increíbles
En tercer lugar, un factor que siempre puede ayudar a superar cualquier obstáculo: el compañerismo que se produce entre quienes vamos a participar. En esta ocasión el grupo está conformado por 6 ciclistas y dos acompañantes, Guti y Juan Diego, que desde el carro nos cuidarán y nos darán ánimo para terminar cada etapa. Algunos se conocen de hace tiempo y saben cómo se comportan en situaciones extremas. Yo soy el nuevo del grupo, conozco poco a quienes participarán y con ninguno he tenido la oportunidad de compartir algo más que algunos entrenamientos. Aun así, estoy convencido de que los cinco días que estaremos juntos van a ser suficientes para que surjan lazos de amistad, tal vez lo más importante para superar el reto. Puede que hayamos entrenado suficiente, pero la fortaleza que nos puede dar una buena compañía no se consigue de otra forma.

Parte del equipo de la sexta edición de Bici en la Cima
Para esta edición decidimos recorrer el patio de atrás de la casa. Saldremos de Bogotá con rumbo a Choachí. Bordearemos el páramo de Chingaza para llegar a Guasca, ascender al páramo de Monguetiva y luego descolgarnos hacia Gachetá. Sigue el camino bordeando la represa del Guavio hasta llegar a Ubalá. Luego saldremos con rumbo a Machetá, el último destino antes de volver a Bogotá por el alto de patios. La descripción es corta y no refleja la dureza de la ruta. Todos conocemos la salida y la entrada a Bogotá, pero prácticamente todo lo que hay montaña adentro, entre Choachí y Machetá, es incierto. En total serán cerca de 400 kilómetros con aproximadamente 10.000 metros de desnivel positivo, números que producen algo de miedo.

Ojalá el entrenamiento haya sido suficiente 😬
La logística, por lo menos para lo previsto por todo el equipo, está casi lista. Para nosotros llevamos principalmente comida, mucha comida, que es fundamental para completar cada etapa. Para este viaje escogimos barras de cereales y sándwiches con mantequilla de maní y mermelada, ambos fáciles de preparar y con suficientes calorías para tener energía.

Para esta travesía, los amigos de Tempo Cycling nos han ayudado con varias cosas para cuidar las bicis y a nosotros mismos, empezando por los productos Muc-Off, esenciales para mantener en buen estado la cadenilla, pacha platos y frenos de cada bicicleta. Tampoco puede faltar un poco de crema Chamois de Athlete Performance para echar en las badanas que usaremos a diario, clave para soportar el dolor al sentarse desde el segundo día. Y por último los hidratantes con electrolitos para prevenir los calambres y la deshidratación.

Finalmente, gracias a GM Colmotores tenemos a nuestra disposición una Chevrolet Colorado, que seguramente no tendrá problema para seguirnos el paso en las trochas y transportar todo el equipaje y la comida. También contaremos con un porta bicicletas Thule para usar en la compuerta del platón sin dañar las bicis ni la camioneta.

Con todo listo no queda sino esperar para la salida este jueves 3 de enero. Será una de esas mañanas frías de inicio de año, que luego se convierte en un calor intenso. Aprovecharemos la acostumbrada ruta segura al páramo del Verjón (todos los que nos quieran acompañar en la salida son bienvenidos), el primer puerto de un viaje que nos permitirá a todos recargarnos de energía para empezar el año de la mejor manera. En Facebook e Instagram estaremos publicando más información de la salida.