domingo, 22 de enero de 2017

Lo que fue Bici en la Cima 4.0

Lo que fue Bici en la Cima 4.0

Por Andrés Felipe Vergara B.
@AndresVergaraB
#BiciEnLaCima

Hacer una travesía en bicicleta por el sur de Colombia era algo que hace unos años no parecía tener sentido. Era una zona del país aislada por la violencia. Una parte de nuestro país que parecía vetada.

Alguna vez había tenido la oportunidad de pedalear hasta Ecuador, y en esa oportunidad tomamos la carretera panamericana. Eso fue en 2005, y  en medio de algo de miedo, pasamos por Popayán, Patía, Chachaguí, Pasto e Ipiales. No era posible siquiera asomarse a mirar más allá de la vía principal. 

A San Agustín suelen llegar ciclistas
expedicionarios procedentes de otras
partes del planeta
En otra oportunidad, en enero de 2011, tuve la oportunidad de iniciar el año en San Agustín y, con mi amigo Alejandro Osorno, recorrimos algunas de las carreteras aledañas a este pueblo. En aquella vez, vimos varios ciclistas con muchas alforjas venir de Popayán. Revisando el mapa vimos que había una vía que venía de Popayán. Fue cuando dije, algún día tengo que pedalear esa carretera.

Fue así como en estos tres años de Bici en la Cima, siempre me soñaba con hacer algo por el sur del país. Siempre tocaba aplazar y esperar a que las condiciones de seguridad se dieran. Pero en mis tiempos libres aproveché para detallar los mapas y aproveché para dibujar posibles rutas y así proponer algo retador, que nos permitiera una vez más conocer nuestro país desde nuestras bicicletas.

En nuestras reuniones siempre primó
el buen humor
De tal forma que cuando iniciamos nuestras primeras reuniones y entrenamientos para entre todos crear lo que sería Bici en la Cima 4.0, no dudé en proponer una expedición que incluyera los departamento del Cauca, Huila, Putumayo y Nariño.

Personas del ejército nos dijeron que la zona estaba tranquila. Ya con eso resuelto, nos pusimos a trabajar en lo que resultó Bici en la Cima 4.0…

Así fue de Mocoa a Sibundoy.
El Trampolín de la Muerte
Bici en la Cima 4.0 fue mi 9 expedición en bicicleta por Colombia, y me atrevo a decir que es la más dura que he hecho. Lo digo por las subidas, por los terrenos, por lo extenso de algunas etapas y por lo que significó. Logramos cosas impresionantes física y mentalmente, como por ejemplo atravesar extensos páramos bajo la lluvia, hacer etapas de más 170 kilómetros o lograr hacer el mítico trampolín de la muerte entre Mocoa y Sibundoy en el Putumayo. Pero gracias a un equipo de personas maravillosas y entusiastas, quienes nos dábamos  apoyo y moral, logramos lo que es una
 gesta. 

De esta aventura hay cientos de anécdotas y de historias por compartir. Fue una de las experiencias más gratificantes de nuestras vidas. Las narraciones plasmadas en este blog son recuerdos
Con Luisa cantábamos los Buenos Tiempos
mientras pedaleábamos
maravillosos de muchas de esas situaciones que nos ocurrieron en la travesía. Pero quiero hacer algunos comentarios...

Bici en la Cima 4.0 fue una travesía por cuatro departamentos –Cauca, Huila, Putumayo y Nariño- en la que pedaleamos por varios pisos térmicos en donde predominó el frío y la lluvia. Nos deleitamos atravesando extensos páramos, oyendo, viendo y sintiendo el agua, y nos llamó la atención ver tantos bosques vírgenes en alturas superiores a la del páramo. Disfrutamos de regiones fértiles, bien preservadas. Ojalá esto siga intacto. Pero también sufrimos con los cientos de kilómetros destapados, no del destapado chévere de pedalear, sino este era con mucha piedra en el que en algunos momentos nuestra velocidad promedio fue de 5km/h, que sumado al frío, hacía duro el pedaleo.
Subiendo al Puracé, vimos el
Nevado del Huila

La naturaleza no paró de sorprender. Recuerdo mucho el ascenso al volcán del Puracé, desde donde se alcanza a ver el nevado del Huila. Tuvimos la oportunidad de cruzar ríos muy importantes como el Cauca y el Magdalena cuando aún no han sido convertidos en basureros andantes, y el Caquetá cuando ya es un monstruo. Si uno mira el mapa de la travesía, lo que hicimos fue bordear el macizo colombiano. Impresionante.

También nos disfrutamos algunas ciudades.

Popayán –la ciudad blanca de Colombia- volvió a sorprender. Fue un gusto caminar sus calles, tomarnos varios cafés, oír sus historias y deleitarnos con su gastronomía. En San Agustín tuvimos la oportunidad de caminar el parque arqueológico que sigue siendo impresionante. En Mocoa fuimos recibidos en pleno carnaval; el cansancio de la etapa de 177 kilómetros pasó
Así llegamos a Mocoa, blancos y negros.
a un segundo plano gracias a la algarabía de sus calles. La Laguna de la Cocha fue un excelente descanso de dos noches para poder caminar, variar el menú, y comer deliciosos postres propios del lugar. Y las pocas horas en Pasto, carajo, llegamos a Pasto, y en Ipiales fueron maravillosas. De Nariño vuelvo a llevarme el recuerdo de su gente amable.
Esto es Colombia 











También quiero agradecer a quienes aportaron para hacer realidad nuestros sueño. 

Agradecimientos especiales a 14 Ochomiles por los Hads que fueron de gran utilidad en todos los climas y siempre que el sol nos atacaba. Pero sobretodo agradecerles porque su lema de “(re) vivir afuera” es algo que compartimos y que constantemente estamos ejerciendo en nuestras vidas con nuestro ejemplo. Agradecemos también a Welcome (Specialized) por las labores logísticas del traslado de nuestras bicicletas desde Bogotá hasta Popayán y desde Pasto hasta Bogotá. Por su puesto a Chevrolet por la nave poderosa que nos prestaron y que sorteó diversos terrenos sin ningún problema, y que cumplió su cometido de ser un apoyo fundamental en la travesía. Y a Mejor en Bici, que nació gracias a otras travesías en bicicleta, y porque su doctor bici hizo que varias de las bicicletas estuvieran 1a.

Agradecimiento a toda la familia Salamanca Mora. Con un cariño y dedicación, y porque con su compañía y cuidado, fueron una ayuda fundamental para el éxito de Bici en la Cima 4.0. Además, gran tour gastronómico el que nos hicieron en Túquerres y en Pasto. Ya puedo decir que probé el
Cuy.

Aprovechar para saludar a nuestras familias y amigos que siempre estuvieron pendientes de nosotros, que se encargaron de enviarnos buena vibra. 

Quiero hacer un reconocimiento especial para Natalia Gutiérrez y para Andrea Prieto, las dos niñas de la logística que desde el carro resolvieron todo, nos alimentaron y nos hidrataron, nos alcahuetearon, nos premiaron. En momentos de debilidad, de maluquera, siempre estuvieron muy pendientes de todos. Gracias totales, y espero en otra oportunidad verlas ya no en el carro sino montando bicicleta.

La llegada a Pasto, carajo.
Por supuesto, un agradecimiento a todos y cada uno de los miembros de Bici en la Cima 4.0 que hicieron posible esta travesía, con quienes compartimos buenos tiempos, alegrías, canciones y muchas historias. Son personas maravillosas, líderes y colombianos que tienen mucho para aportar para sacar adelante este país. Espero la vida nos siga manteniendo unidos para seguir emprendiendo aventuras similares.

Por último, agradecer a Dios y a Colombia, por hacernos colombianos orgullosos y por tener ese espíritu aventurero que nos motiva para hacer este tipo de cosas. Lo que hacemos lo hacemos como homenaje al creador y a este país.


lunes, 16 de enero de 2017

Etapa 7: Laguna de Cocha - Pasto

Escrito Por: Luisa Mora

#BiciEnLaCima

Hoy es el día en el que ya, cada uno de las 18 personas que fuimos parte de esta aventura, piensa, analiza y habla sobre lo que ha sido el 2017. Podemos decir que llevamos más horas del año sobre una bicicleta conociendo las carreteras y personajes de nuestro país, que lo que llevamos caminando.

La última etapa de La Bici en la Cima versión 4.0 tuvo origen en una larga discusión sobre la razón de la expedición que se inclinaba entre; llegar todos juntos a Pasto o separarnos para que algunos llegarán a la frontera, reto que no todos nos sentíamos en la capacidad de lograr. Estas discusiones solo nos enseñan a vivir. Finalmente, nos dormimos pensando que unos de nosotros llegarían sobre sus bicicletas hasta Ipiales y los otros los acompañaríamos hasta Pasto.

Hospedaje en la Laguna de la Cocha


Nos levantamos muy madrugados (4:00am) en un lugar que para mí sigue siendo una fantasía pastusa en la mitad de la nada: La Cocha. Recorrimos su única calle con el resplandor de Pasto como guía y nuestras sombras alargadas producidas por la seguridad de la camioneta a nuestras espaldas. Esas luces que ya nos habían acompañado en varias ocasiones en las madrugadas y cuando nos cogía la noche. Esas sombras me daban tranquilidad: saber que Guty y Andre iban atrás mío, me permitían estar con el cuerpo y la mente 100% en la carretera, en mis sentimientos, respiración y presencia.

Al llegar a Pasto, después del amanecer, decidimos seguir como equipo y parar todos juntos en Pasto, entregar las bicicletas, desayunar e ir descansando a Ipiales a conocer las Lajas.

Se sentía un ambiente de nostalgia, nuestro último desayuno juntos, últimos pedalazos, pero siempre pensando más allá. Pensando en estos días tan impresionantes, días que parecen semanas, conversaciones y pensamiento que parecen de otro planeta.

Al llegar a Ipiales, sentimos una satisfaccion muy grande, un sentimiento complementario al de los primeros días. Pensar en la salida de Popayán siento como si hubiera vivido al máximo cada kilómetro, cada mirada con alguien, cada conversación, cada sentimiento.

Santuario de la Lajas - Ipiales

La familia Salamanca, me impresionó: estuvieron pendientes, entregados, disfrutando y entendiendo cada momento de esta travesía, siempre sonrientes y listos a ayudarnos y así terminó esto: en un comedor, comiendo cordero para después, la entrega de medallas que nos ayudan a dimensionar lo logrado y lo que queremos seguir logrando: éramos 14 ciclistas con la bandera de Colombia alrededor del cuello, muestra de nuestra entrega y pasión para recorrerla y conocerla.

martes, 10 de enero de 2017

Etapa 6: Sibundoy - Laguna de La Cocha

Por Sergio Alejandro Rodríguez Osorio


Altimetria Etapa 6
Luego de la etapa reina, tuvimos el placer de levantarnos y salir tarde para lo que por fin seria una etapa corta de transición. Nos pusimos cita a las 9:00 am, aunque yo (como es costumbre) a las 7:00 ya estaba despierto y a las 8:00 saliendo ya con licra, camiseta y un saco (por el frío de Sibundoy), todo porque había botado mi cepillo de dientes y debía reponerlo. Aproveché para volver a calentarme en la cama un rato más y salir a las 9:00 de acuerdo a lo planeado. 

Nos encontramos para desayunar, arreglamos con Juan Martín y Andre nuestra nave acompañante, la Chevrolet Trailblazer, y discutimos lo que serían los últimos días de la Bici en la Cima dado el cansancio acumulado debido a la gran exigencia de las etapas anteriores. La decisión: dos noches en la Laguna de la Cocha para luego cerrar con la etapa en la que llegaríamos a la Frontera con Ecuador muy cerca de Ipiales. 

Finalmente a las 11am iniciamos a pedalear los 12 ciclistas (de nuevo todos) mentalizados, o por lo menos yo, que podían ser unos 10 km más de los 42 planeados; porque todas las etapas nos han dado sorpresas.


De esta manera, iniciamos la etapa 6 - Sibundoy a la Laguna de la Cocha - Todos en grupo aprovechando un buen ritmo en el plano y los columpios que íbamos encontrando, liderábamos el equipo Vergara y yo hasta que pasamos por Santiago, Putumayo; y la carretera se empino para llevarnos al valle de los Frailes. En este punto, en la subida, el equipo empezó a separarse; como ya es costumbre Nicolás, Santiago, Federico, Alejo y yo quedamos adelante y atras se empezaban a formar grupos de dos o tres. Paramos en una sombrita para reagruparnos, aquí los que venían atras siguieron, quedando en la punta, y los que íbamos punteando quedamos atrás por esperar a que comiéramos algo y llenáramos nuestras caramañolas con más líquido. Desde este punto, me fui con Vergara, o al menos a solo unos metros de él, ya no liderando sino cerrando el grupo, hasta que encontramos a Juan Martín y a Juanpa, en donde los deje juntos y emprendí mi "escapada" para ir con los de la punta y luego quedarme con Alejo, quien iba flotando solo entre los punteros y la cola del equipo.



Con los frailejones de panorama, llego Guti a reabastecernos. El timing fue perfecto, ya que Alejo se había quedado sin líquido hace poco; comimos algo, llenaron nuestras caramañolas y seguimos para coronar el alto que sentimos no estaba tan lejos. En efecto, en unos cuantos minutos ¡llegamos al alto!, ahí se encontraban Nicolás, Federico, Santiago, Rosas y Cruz. Era el último alto que visitaríamos en dos días, ya lo que quedaba era bajada hasta la laguna de la Cocha. Empezaba a llovisnar, por lo que nos pusimos nuestras chaquetas y los HADs, edición especial que nos dio 14OCHOMILES. Quedaba solo esperar a que todos llegarán para empezar a bajar y llegar a nuestro destino.


Alto, frente al letrero que da la bienvenida al Putumayo


Antes de empezar el descenso, Alejo decidió subirse al carro para no volver a sentir el frío, que rayaba con la hipotermia de la noche anterior. Fue la mejor decisión, porque al momento de empezar a bajar ya nos estábamos congelando por el aguacero intenso que caía. Para completar y helarnos un poquito más, a Juanpa se le salió la cadena en plena bajada y se le metió entre la biela y el plato, nos demoramos un par de minutos en arreglarla y seguimos cuatro juntos ese descenso helado en el que empezábamos a contemplar la belleza de la Cocha! 

¡Por fin una etapa que sale de acuerdo a lo planeado! Nos recibió un sol intenso que nos calentaba, sin embargo lo acompañaban brisas heladas que no nos permitirán mantener esa sensación de calor. También nos encontramos con el primer trancón en toda la travesía, ocasionado por dos chivas muy mal estacionadas que esperaban llenar el cupo. La Cocha, un lugar impresionante con un aire suizo por sus construcciones y autóctono por la carretera destapada y las ventas de sacos, gorros y ruanas tejidas a mano para el frio del lugar. 


Laguna de la Cocha


La etapa 6 no podía quedar sin eventualidades, al llegar al hotel "El Refugio del Sol" Santi se dio cuenta que no tenía su celular. Tras buscar en el carro, chaqueta y en la aplicación "friends" del celular de Juanpa (su hermano), decide notificarlo como perdido a través de iCloud y salir a buscarlo en el último lugar en el que lo uso, el último alto de la jornada en donde había un letrero que daba la bienvenida al departamento de Putumayo. El celular no estaba, así que la última esperanza era que lo encontrará un buen samaritano con el buen gesto de devolverlo. Y adivinen, le entró una llamada a Guti desde el celular de Santi, el celular lo había recogido una pareja de caleños en el alto, donde Santi estuvo tomando fotos, y además los caleños venían a hospedarse en la Cocha. Fuimos a recoger el celular a donde se estaban hospedando, uno de los mejores hoteles de la zona y regresamos al hotel.


Hotel y Restaurante el Refugio del Sol

Cerramos el día probando el famoso hervido y las arepuelas, de las que tanto nos habían hablado. Nos reunimos alrededor de una improvisada fogata, ya que el frío era intenso y la lluvia era notoria. Después de parchar al son de la fogata y la lluvia, nos fuimos a pasar una de noches más arrulladoras de la travesía. 

Etapa 5: Mocoa - Sibundoy | El trampolín de la muerte

Por Federico Parra Barrios


"Solo la montaña decide cuándo se puede subir y cuándo no.
Solo la selva decide quién puede entrar y quién no."

Sabiduría indígena







En el avión de camino a esta expedición dibujé muy esquemáticamente en mi diario un volcán cuya base es un campo minado. Esta imagen, que me parece que ilustra muy bien aspectos de este viaje, no fue invención mía. En cambio se trata de la historia del volcán del Puracé, uno de los lugares más imponentes que hemos visitado en esta expedición y que la violencia nos lo ha apartado. Ayer iniciamos la etapa más dura que he vivido y tenía esta imagen dando vueltas en la cabeza. En primer lugar porque nos estábamos internándo en una de las zonas más afectadas por el conflicto y el narcotráfico. Pero también porque estábamos entrando al mítico valle del Sibundoy, conocido por su inmensa biodiversidad y sus conocimientos indígenas. Hacerlo no sería fácil pues tendríamos que cruzar el macizo por una carretera catalogada como una de las más peligrosas del planeta y famosamente conocida como "El trampolín de la muerte" por el alto número de accidentes que produce. En el mapa se asemeja a una serpiente que se enrolla en sí misma, en el camino es más amenazante el abismo que se prolonga a cada metro que se avanza y la forma en que los carros se evitan, subiendo y bajando en un único carril. 

A pesar de que contábamos con toda esta información, no esperábamos encontrar una carretera en la que tuviéramos que cruzar cascadas, en donde las montañas se perdieran entre la niebla y los camiones frenaran, enterrándose entre las piedras, para darle paso a un grupo de once ciclistas seguidos de una Trailblazer. La camioneta Chevrolet pasaba el camino sin ningún percance, pero para los ciclistas el objetivo era más difícil. Algunos con sus bicicletas de siempre hacían maniobras mientras otros afortunados subían fluidamente con sus naves Specialized. 


Yo, sin embargo, me impuse la titánica tarea de cruzar este trampolín en una bicicleta de ciclocross. Hacerlo de esta manera sería una actitud heroica, pensaba en los primeros kilómetros, pero tan pronto empezamos a entrar al valle la dificultad por las pendientes, el cansancio por la posición y la relación de la bicicleta, sumado a las tres caídas que hasta ese entonces había sufrido me hicieron pensar en cosas muy diferentes. Las inclinadas curvas que parecen obra de los derrumbes requerían toda la concentración posible. Las cascadas hacían llover a su alrededor y el sol aparecía y desaparecía. Cualquier piedra suelta era un riesgo de caída y cualquier paso en falso un riesgo de muerte. No estaría exagerando al afirmar que cada uno temió en algún momento por su vida, pero sentirse vivo era la mayor motivación. 

Los constantes derrumbes que dejan incomunicados a Mocoa y Sibundoy hacen que muchos mocoanos prefieran viajar en avión a Pasto y en flota a Sibundoy para evitar esta carretera.


Dicen que para entrar a la selva o a la montaña es necesario purificar cuerpo y alma. Quizás por esto (no le encontramos explicación médica) más de la mitad de ciclistas empezamos con serios problemas estomacales que nos hicieron parar sobre la vía más de lo esperado. En esta etapa predominó el silencio que nos hizo entrar en un estado muy próximo a la meditación sin el cual habría sido imposible continuar. A medida que pasaba el tiempo me hacía más consciente del dolor de cuello y de espalda y luchaba por controlarlos. Habían pasado 50km cuando decidí cambiar de bicicleta. Lo sentí primero como una derrota por no cumplir con mi misión. Me pregunté mucho por la importancia de persistir, sobre la posibilidad de renunciar, de modificar los planes y de retirarse. Innumerables curvas y subidas después (o antes, ya no estoy seguro) almorzábamos en una casa rústica de madera en la que un señor de Tumaco sin nombre me hizo cuestionarme sobre mi condición de ciclista y las circunstancias de este viaje. Decidí que lo más importante era disfrutar cada pedaleada sin pensar tanto a dónde me llevaría. Así continuamos la etapa, cada uno concentrado en terminarla. En subir la velocidad lo máximo posible para terminarla antes de que anocheciera pero lo mínimo posible para que siguiera siendo segura. Me animó por largas horas ver en un alto una casa pintada con un aviso de montallantas y venta de lubricantes que decía "el fin del afán". 




Pero al caer la noche la dimensión sobre el espacio perdía sentido y el dolor de cuello se volvía insoportable. Después de subir por montañas que se iban alargando llegamos finalmente al final de una que nos dejó ver muy a lo lejos el municipio de Sibundoy. Nos reunimos y la sensación de felicidad se apoderó de los que quedábamos. Aún faltaba mucho pero queríamos llorar de la felicidad. Solo faltaba bajar, con la poca cantidad de luz que teníamos. Un tiempo después, faltaban siete kilómetros para terminar la etapa, solo seis de los doce ciclistas no habíamos desistido. Nos iluminaba la luz de la luna y de una linterna, opacadas por la potente luz del carro que creaba sombras que estiraban los huecos indefinidamente.



En una curva apareció mucho barro y Luisa gritó "no me quiero caer". Pasaron pocos segundos y yo perdí el control de la bicicleta. Solo alcancé a gritar y caí a un terreno que no era capaz reconocer. En ese instante se apoderaron de mí el poder y la rabia, solo me importaba pararme y pedalear el final de la etapa. Pero al pararme se me fueron las luces y si no es porque Juan Pablo se había acercado para ver cómo estaba, me habría visto en el suelo nuevamente. Tuve que abandonar la etapa en este punto, faltando tan poco, para darme cuenta de la importancia de pedalear por el momento y no por el destino. Fue en la comodidad de la camioneta en que me puse a relacionar nuevamente la imagen del volcán y lo que hemos vivido. Entonces pensé que más que ciclistas somos expedicionarios que estamos volviendo a abrir caminos en nuestro país. Por lo menos pensaba eso hasta que el cansancio y los golpes me dieron un sueño profundo y me levanté en un hotel en Sibundoy.


La altimetría de esta etapa es mucho más exigente que la subida al Alto de Letras o cualquier otro puerto de montaña del país. El desnivel positivo equivale casi a subir la sierra nevada de Santa Marta desde el mar.

sábado, 7 de enero de 2017

Etapa 4 - San Agustín a Mocoa

Escrito por Alejandro Salamanca


Energía, es la palabra que mejor puede describir la etapa de San Agustín a Mocoa. No en una sino en varias representaciones. Solo puedo pensar la energía generada por la emoción de conocer un nuevo lugar acompañado de un grupo muy unido y animado y transitar por una ruta que sin duda nos va a sorprender; y la falta de energía por el cansancio acumulado de las etapas anteriores, con las cuales no podríamos estar donde estamos hoy. No sé por qué tanta gente se pierde de estas oportunidades y conocer este hermoso país.

La energía puede presentarse en diferentes formas. Montando bici la energía cinética puede significar un placer indescriptible. Procurar ir cada vez más rápido, sentir la adrenalina, competir con los demás y contra uno mismo para superarse. Está prueba pensamos que era solo bajada cuando arrancamos. No sé si todos mis compañeros, o solo yo, sentimos que aunque prolongada esta etapa sería fácil y rápida debido a las bajadas. Aunque no fue la ruta que esperábamos hubieron bajadas que nos permitieron sentir está sensación maravillosa con un paisaje espectacular. Fueron casi trece (13) horas montando en bici, y cerca de 170 kilómetros. Recuerdo que aun con limitada visión por el agua que caía y el agua que rebotaba del suelo, pasamos al menos seis (6) cascadas de quebradas de diferentes colores (amarilla por los sedimentos, blanca por el exceso de oxígeno al golpear las piedras e incluso roja por presencia de hierro) y cruzamos grandes ríos (Naranjos, Caqueta, Mocoa y Rumiyaco) en los cuales bajar la velocidad para apreciarlos mejor valía mucho la pena. Sin ninguna duda, ir rápido o despacio es una gran experiencia sobre una bici.



El trabajo es otra forma de energía. Ésta está presente cuando una fuerza realizada genera movimiento. Qué mejor forma de presentarlo que con el tránsito en la geografía colombiana. Nuevamente, pensamos que esta etapa sería principalmente bajada, pero cruzamos por varias montañas que casi me hacen desfallecer. Guti en la camioneta tuvo que realizar un trabajo sobrehumano para apoyarnos todo el recorrido por más de trece (13) horas acompañándonos y apoyándonos. La larga distancia de la etapa acabó con mis fuerzas, a pocos kilómetros de llegar pensé en rendirme, ya iba a bajarme de la bici y hacerle compañía a Guti y Andrea pero mis compañeros no me lo permitieron. Sergio me apoyó en las últimas subidas dándome ánimos. Pero cuando ya no daba más llegó Vergara y me dio un empujón llamando a otros que se unieran y así entre varios me ayudaron a lograrlo. Esta fue la prueba más latente que he tenido de cómo el trabajo conjunto de un equipo puede atravesar encima de cualquier montaña.



La energía potencial puede presentarse en los  momentos de especulación cuando uno "corona" una cima. Ese momento en el cual uno después de trabajar fuertemente se ve cómo la pendiente disminuye y suele seguir una bajada. Bici en la cima creo que busca llegar a está sensación de logro y orgullo propio y de todo el grupo al llegar a la cima y a la meta. Llegar a la cima o al fin del recorrido es una gran alegría, es mostrar y mostrarse que todo el esfuerzo realizado vale la pena. Y no hay que llegar a un solo punto para demostrarlo. Dar todo de uno, llegar al límite con convicción es algo que no cualquiera está dispuesto a hacer y merece un reconocimiento. Esta etapa tuvo muchas cimas para sentir este sentimiento. Vergara me acompañó una gran parte del recorrido en el Cauca, y cada vez que cruzábamos por una cima me decía "vamos que ya nos falta una cima menos". Con esa frase lo  que se puede pensar es que cada esfuerzo  tiene su recompensa pero no es el fin hace falta llegar al destino para lograr grandes cosas.



El calor, una forma de energía que inspiró a mis compañeros a invitarme a escribir este blog. ¿Por qué? Porque la sensación térmica se hace presente en el intercambio de energía entre dos cuerpos y se hizo latente desde que arrancamos. Desde la noche anterior hablamos de madrugar más para no pedalear con el sol de medio día y no insolarnos. ¡Que ilusos fuimos! pues madrugamos pero tuvimos que salir tarde porque al arrancar Sergio y después Federico y Cruz, o Daniel se pincharon. El día inició muy oscuro, y no tardó mucho en empezar a llover. No fue una lluvia fuerte, pero sí una de esas lluvias que hacen preguntarse si ponerse la chaqueta o no, y este cuestionamiento  fue latente todo el tiempo. En el desayuno en Pitalito, Huila, recuerdo que hicimos un experimento de transferencia de calor con Rosas, pues el chocolate estaba muy caliente y lo pasamos de vaso en vaso para que se enfriara con el aire que estaba más frío. No muy diferente fue la reacción del agua con nuestros cuerpos, pues después del desayuno siguió una recta seguida por un largo ascenso que terminaba en una bajada prolongada, en donde nos empezó a llover nuevamente, pero esta vez el clima fue inclemente y el frío se hizo presente. El frío me afectó un par de veces, en una ocasión me vi forzado a detenerme y beber un poco de agua de panela que mi mamá (Marcela) le dio a Guti antes de partir. La segunda vez, fue en San Juan de Villalobos, Cauca, donde almorzamos y yo llegué tiritando. En este lugar, presenciamos otra forma del calor en nuestro viaje. Después de que unos policías nos tomaran unas fotos para concientización, entramos al establecimiento de Doña Noemí, proveniente de Villagarzón, Putumayo. Doña Noemí es una señora mayor, muy querida, tiene una sonrisa alegre y traviesa, le pregunté si podía sentarme en una silla y ella muy atenta me entregó una agua de panela seguida por una cobija, sin importarle que la mojara. Personas como ella hacen muy ameno cualquier momento, aunque uno no lo esté pasando del todo bien.



Después seguimos el viaje en un nuevo ascenso que nos permitió calentarnos un poco, antes de bajar. Siguieron muchos columpios pero se pudo notar el cambio del paisaje, de bosque nublado a un bosque húmedo, con una presencia de exuberantes colores, olores y sonidos expresados por plantas y animales (principalmente aves). El Putumayo nos recibió con una calurosa bienvenida, en dos ocasiones. La primera, después de cruzar el río Caquetá, majestuoso, la lluvia cesó y el cielo se abrió dando paso al sol que nos calentó. Aunque nos esperaban más de veinte (20) kilómetros con bastantes subidas, el Putumayo me deslumbró. Al llegar a su capital, Mocoa, la bienvenida fue todavía más amena, y creo que para algunos inesperada. Estaban en carnavales, alegría y fiesta por doquier. No sabíamos donde quedaba el hotel entonces paramos para organizarnos, pero Luisa quería jugar y fue a pedirle talcos a algunos niños para jugar con ellos. Todo se salió de control cuando le preguntaron que por qué no nos acercábamos a donde ellos, que si teníamos miedo. Luisa no dudo en sugerirles que nos echaran a nosotros talcos, fue una locura por un momento y todos quedamos envueltos en el carnaval. Cruzamos toda la ciudad y en cada cuadra un grupo de personas nos echaban talcos, espuma con mucha alegría. Al llegar al hotel, la sensación fue de orgullo, ¡lo habíamos logrado! Estábamos cansados, debíamos descansar, pero teníamos tiempo para celebrar el logro que habíamos acabo de completar.

Lamento lo extenso del presente blog, pero el camino fue largo, duro, y dejó mucho más por decir. No hay que olvidar estas sensaciones, debemos estar abiertos siempre a dejarnos sorprender, a esperar más de nosotros y seguir adelante aunque creamos que no podremos, el apoyo de los demás puede ser esencial y no lo podemos despreciar. Muchas gracias a mis compañeros, a mis amigos, por permitirme esta oportunidad y por ayudarme a lograrlo. Nos queda mucho camino pero debemos tener la mejor actitud con toda la energía, en sus diferentes formas.




Etapa 3 Coconuco - San Agustín

Escrito por: Santiago Linares
Instagram y Twitter: SantiLinares04

#BiciEnLaCima


Son las 4:45 de la mañana y la alarma nos indica que una nueva jornada de Bici en la Cima debe comenzar. Nos pusimos nuestros atuendos ciclistas para afrontar lo que en el papel pasaría como una etapa de transición, luego de la agreste escalada al volcán que habíamos realizado el día anterior. Las 5:15 am era la hora establecida para el punto de encuentro frente a la panadería que nos había brindado sus servicios la noche anterior, el plan consistía en tomar el desayuno en la misma panadería a las 5:30 y tomar la carretera con los primeros destellos de luz del día. Claramente nada de esto pasó, la puntualidad del desayuno no fue la que estábamos esperando.

Coconuco, Barbas y Coconuco más grande

Tres perritos que bautizamos Coconuco, el Barbas, y Coconuco más grande, nos despiden juguetonamente amenazando la integridad de nuestras licras. La travesía inició cuando el sol ya se ubicaba cómodamente encima de las montañas que abrazaban y protegían a Coconuco. Así nos adentramos en un hermoso ecosistema de páramo con sus únicos y peculiares frailejones. La expedición de hoy se perfilaba como una etapa sencilla, "solo en bajada", de transición, simple. Nada más lejos de la realidad. Esperábamos ganar “algunos metros” cuando nos adentráramos en el páramo, sin embargo, fueron cerca de 600 m en 10 km lo que tuvimos que afrontar. Aunque no nos podemos quejar, fuimos testigos de unos paisajes, cascadas, y especies vegetales exclusivos de este tipo de ecosistema.

Cascada junto a la carretera

Paisaje Colombiano justo antes del paramo

Luego de subir el valle de los frailejones encontramos lo que sería una contradicción, la vegetación a nuestro alrededor se volvió sumamente frondosa cuando en realidad seguíamos ganando metros de altura. De esta manera, ingresábamos a lo que se convertiría en el tramo más inesperado, inhóspito y memorable de la etapa de hoy. El cambio la superficie de rodadura es sin duda uno de los cambios más trascendentales de esta parte de la etapa, pasamos de una superficie pavimentada de muy buena calidad a un recebo que nos martillaría las manos a un nivel de dolor que combinando con el frío sería ¡sumamente insoportable!. Esta alteración de la vía se dio porque estábamos ingresando al Parque Nacional Natural Puracé y por lo tanto el paisaje era sumamente diferente a lo acostumbrado, era un paisaje sin la más mínima intervención humana, solo montañas llenas y llenas de árboles donde no había el mínimo espacio entre ellos. Cuando cruzábamos el parque la Pachamama dejo ver otra de sus obras que nos haría el viaje un poco más "interesante". La lluvia por primera vez en todas las etapas de la Bici en la Cima caía en diferentes intensidades a medida que avanzamos. Los HADs que nos proveyó 14ochomiles fueron fundamentales para cubrir orejas, cuello, nariz y boca y hacer que la inclemencia climática que nos flagelaba fuera un poco más llevadera.  

Carretera de PNN Puracé

El camino está bordeado un una muralla de árboles que hacía muy difícil tener puntos de referencia para medir el avance en la carretera, y se repetía el mismo ciclo de trazado vial "subida-columpios-bajada-puente curvo a la derecha" nos sabíamos si nos estábamos volviendo locos o estábamos dando vueltas en círculos al ver el mismo patrón una y otra vez martillándonos las manos con frío implacable. Aquí Guti apareció como un ángel guardián en la TrailBlaizer a reabastecer recursos brindar chaquetas a quienes estaban sin sus cortavientos y darnos la grata noticia que este infernal destapado estaba a punto de acabar. Al cabo de 50 km el pavimento relucía como si fuese la luz al final de un túnel, en ese punto descansamos, tomamos agua de panela ¡que sabía a GLORIA! y reagrupamos el equipo. Los kilómetros posteriores fueron un descenso generalizado hasta llegar al Rio Magdalena donde nos aguardaba un calor diametralmente opuesto a la situación que veníamos viviendo.



Desde este punto iniciaríamos el ascenso final hasta llegar a nuestro destino del día, eran 5 km con el sol a nuestra espalda. Reagrupamos el equipo a la entrada de San Agustin, aquí teníamos que tomar una decisión difícil, almorzar o entrar al Parque Arqueológico (ya que solo contábamos con 30 minutos para ingresar al parque). Dado que San Agustín había sido escogido como sitio de descanso por este atractivo turístico, la decisión fue visitar el parque. Luego que Tortu hablando ablandó el corazón del vendedor de entradas (nos dejaron entrar a todos con tarifa de estudiante) pudimos conocer este importante legado de nuestros ancestros de la cultura San Agustín.

Parque Arqueológico de San Agustín, Huila

La tarde terminó con el muy esperado almuerzo, aquí tuvimos un debate grupal muy importante ¿debíamos continuar o tomar un día de descanso en San Agustin? la decisión no era fácil, todos estábamos demasiado cansados y sabíamos que el día de descanso estaba aún muy lejos con las etapas más duras antes de ese día. Luego de escuchar argumentos por parte y parte, la decisión fue continuar, afrontar los 156 km de la siguiente etapa y en Mocoa nuevamente deliberar si el día de descanso era necesario adelantarlo. No siendo más, llegamos al hotel y buscamos organizarnos lo más rápido posible para ganar el mayor tiempo de descanso, retomar fuerzas para encarar el día siguiente lo que seria la etapa más dura de la Bici en la Cima.

jueves, 5 de enero de 2017

Etapa 2 Pilimbalá - Volcán del Puracé - Coconuco

Escrito por: Daniel Rosas Satizábal
Instagram: danielrosassatizabal
Twitter: @danielrosassat

#Bicienlacima
Instagram: bicienlacima

04/01/17



...y por cuarta vez, ponemos la Bici en la Cima. Luego de mucha incertidumbre por la distancia a la base donde comenzaba el ascenso, caídas y un frío penetrante, logramos llegar al cráter del volcán del Puracé a 4500 metros de altura aproximadamente con una bicicleta al hombro.

Amanecer en el refugio de Pilimbalá


Preparados para el frío de Páramo
El día comenzó a las 4:40 am con los despertadores sonando en todas las habitaciones de las cabañas de Pilimbalá. A las 5:40 am ya desayunados, un amanecer impresionante, con maletas en las camionetas e hidratación lista, tuvimos la presentación de los guías que nos acompañarían al volcán y luego, que no puede faltar, la oración en grupo para los ciclistas que haríamos el primer ascenso hasta la base. Teníamos presente que eran alrededor de 5 kilómetros, lo que no sabíamos eran las condiciones del terreno. Nos esperaba un largo y duro camino hasta la base.



La carretera era destapada en todo el recorrido. Los primeros 10 kilómetros estaban en un estado regular y llevaban a una vieja mina de azufre activa. El siguiente tramo hasta la base era una vía con altas pendientes  y bastantes piedras de todos los tamaños, lo que hacía difícil el ascenso. Tanto que se presentaron caídas de Federico y de quién les habla. Alejandro no subió este recorrido en bicicleta por problemas de falta de oxígeno y estado de la bicicleta y Luisa tampoco por una fuerte gripa, sin embargo estuvieron apoyándonos desde las camionetas. Luego de aproximadamente dos horas y media llegamos. Eran las 8:30 am.

A cambiarse los choclos y ponerse tenis o botas. Cambiar cascos por gorros. Cambiar licras por sacos y chaquetas abrigadas. Cambiar hads por cuellos o usar los mismos para proteger el cuello del frío de páramo. Recargar energía, líquido y todo listo para el ascenso. Casi todo listo. Faltaba la oración. Esta vez no para ciclistas, sino para montañistas. Con algunas aclaraciones de respeto a la Pacha Mama y un Padre Nuestro empezamos el ascenso a la cima a las 9:15 am.


Emprendimos el ascenso a la cima

Luisa también ayudó a llevar la bicicleta



Luego de tres minutos de iniciar, Nicolás mencionó al grupo un olvido importante. La bicicleta. Regresaron  a la base y trajeron marco y llantas de la bicicleta Specialized de Juan Pablo Linares, quien tuvo un poco de mareo en la subida por la altura. Un buen signo de compañerismo se mostró durante todo el recorrido con la rotación las partes de la bicicleta en el ascenso. A las 11 de la mañana estábamos ya con La Bici en la Cima, esta vez al lado de un extenso cráter. Estábamos muy felices, lo habíamos logrado! Se respiraba paz en la cima del volcán. Luisa lideró un espacio de concentración y tranquilidad para relajar el espíritu.

Meditación en grupo en la cima del volcán

Una especial mención a los miembros de la familia Salamanca que lograron el ascenso a la cima. El cráter era un paisaje impresionante. Parecía  Luego de tomarnos la foto grupal y de abrazos y felicitaciones por haber llegado empezamos el descenso, llegamos a la base, desayunamos y de nuevo en pinta de ciclistas.

El descenso también tuvo dificultades


El descenso tuvo algunos percances. La dificultad del terreno empinado y empedrado se presentaba también en bajada. El saldo: caída en descenso sobre piedras de Juan Diego, fuerte caída de Sergio y, como no, caída de lado del autor del blog del día de hoy.  Algo para rescatar del duro descenso de 20 kilómetros hasta Puracé (3200 metros), la presencia de lugareños que saludaban con felicidad de vernos cruzar por allí en bicicleta ya que al parecer no es muy usual. También mujeres visitantes de Medellín que gritaban: "¡Hola Guapo!" a un grupo selecto de los ciclistas.

Llegamos a almorzar en Puracé luego de las  curaciones necesarias de Guti en la rodilla y pantorrilla de Sergio. Con algunas lloviznas empezamos el ruedo hacia Coconuco. De nuevo, con piernas cansadas, teníamos incertidumbre del desnivel y la distancia hasta el destino. Sin embargo, era lo de menos, el ánimo del grupo empujaba a todos a afrontar lo que faltaba de la mejor manera. En 45 minutos de pedaleo, con solidarias rotaciones para cortar el viento de frente para el grupo, llegamos a Coconuco a las 5:30 pm, poco antes del anochecer.

Nos hospedamos en 2 hoteles dado que la cabaña planeada quedaba a unos 5 kilómetros de distancia del pueblo y una pendiente indeseable para llegar.


Cráter del volcán del Puracé (Daniel Rosas y Juan Martín Gómez)



Muy felices de haber llegado, de haber completado la segunda etapa de la travesía, que al igual que la de ayer tuvo bastante exigencia física y mental, pero sobre todo, ¡felices de haber llegado a la cima!



La bicicleta y bandera firmada por Nairo en la Cima del Puracé


 ¡Mañana, nos esperan 106 kilómetros hacia San Agustín!


martes, 3 de enero de 2017

Etapa 1 Popayán - Pilimbala

Escrito por: Juan Pablo Linares

#BiciEnLaCima
instagram: @bicienlacima


02/01/17

Mi viaje inició junto a mi hermano desde Bogotá hasta Cali, donde la familia de Andrea muy amablemente se ofreció llevarnos hasta Popayán, ahí debíamos recoger las bicis y pasar la primera noche.

Al llegar a la tienda Specialized vi a todos mi compañeros recogiendo sus bicis y probándolas. Yo había comprado una Rockhopper Sport la cual debían de haberla enviado en caja, totalmente nueva, y, para mi sorpresa, nunca llegó.

Con humildad y con muy buena actitud Specialized aceptó su error y  logramos llegar a un acuerdo: en el que yo conseguí no una buena bici sino una SUPER NAVE. Mis más sinceros agradecimientos a Specialized por su colaboración y apoyo  permitiéndome continuar mi travesía.

Fuimos al hostal, cenamos y formalizamos las normas de convivencia para hacer el viaje lo mejor posible.

03/01/17

Las alarmas sonaron faltando un cuarto para las cinco: nos alistamos, bajamos a desayunar y montar las cosas a la Trailblazer. Nos tomamos una foto grupal, hicimos unas oraciones para ir de la mano de Dios y ¡arrancamos!

El clima era perfecto, el cielo estaba despejado y la carretera en muy buenas condiciones. Todo iba bien hasta que el yogurt del desayuno me empezó a cobrar factura. Las piernas me temblaban, la visión de me nublaba, mis dientes rechinaban y el estomago rugía. ¡NECESITABA IR AL BAÑO!



Varios kilómetros más adelante encontramos una tiendita donde puede parar. En la cual mis compañeros aprovecharon y compraron unos deliciosos quesos que junto a los bocadillos nos caían de maravilla.

Después de unas horas montando paramos en una Y, a descasar y comer unos dulces de almendra y panela, (parecían chicharrones) que había hecho la mamá de Alejo Salamanca. De ahí en adelante hasta llegar a Pilimbalá el camino sería destapado.




Fueron los supuestos 12 kilómetros más duros que he subido, con caídas como la de Rosas y la casi mía, pero los paisajes eran inigualables. Un gigante y extenso mar verde de montañas se desprendía desde la carretera y se perdían en el horizonte, donde se encontraba con un un hermoso cielo azul. Que hacían de mi cansancio algo insignificante.


Finalmente llegamos reserva indígena del Puracé, el cansancio era evidente en todos, bueno… casi todos, nos sentamos a estirar, después a almorzar y finalmente, a  descansar. El frío acá es impresionante, pero los HADs de 14ochomiles son perfectos para calentar los cuellos, además de cómodos.



Han sido dos días muy emocionantes, al menos para mí, y muy agradecidos con Chevrolet por prestarnos esa Trailbrazer que es toda una nave, justo como mi bici. Espero que los días que falten sean ¡igual o mejores! Excepto conmigo enfermándome claro.