lunes, 18 de enero de 2016

LA BICI EN LA CIMA: UNA EXPERIENCIA DE LOS SENTIDOS


Por: Nicolás Casas Rey

#BiciEnLaCima
#ReadyToDiscovery

Felicidad. Creo que es lo más cercano a esa sensación indescriptible que me invade al haber completado una travesía en bicicleta que, tal vez, sea el mayor esfuerzo físico que he hecho en mi vida. El hecho de llegar a Guatavita y finalizar los cerca de 680 km de recorrido no era nuestra meta ni nuestro fin, en realidad nuestro objetivo poco a poco se iba cumpliendo con cada pedalazo, con cada metro que avanzábamos. Cada esfuerzo que hacíamos se veía recompensado por una nueva e increible experiencia en nuestro camino. La ruta completa parecía una inmensa galería que se podía apreciar y disfrutar con los cinco sentidos y cada centímetro del cuerpo, desde la salida en Villavicencio, hasta coronar la cordillera oriental, pasando por la espectacular y calurosa llanura Colombiana, el bosque tropical extremadamente húmedo alrededor de Santa María, el imponente cañón en la región de Chivor, hasta las verdes colinas llegando al Sisga que contrastaban con un cielo azul descapotado característico de la época.

A lo largo de toda la expedición nuestros ojos estuvieron expuestos ante maravillosos paisajes que se complementaban con la gran variedad de fauna silvestre que nos rodeaba en todo momento. Los días los iniciábamos en la oscuridad de la madrugada que intentábamos aprovechar al máximo antes que los inspiradores amaneceres dieran la bienvenida a un sol que hacía disminuir exponencialmente nuestro rendimiento físico a medida que se aproximaba el mediodía.
Típico amanecer llanero entre Puerto López y Puerto Gaitán

A pesar de lo difícil que fue para todos madrugar tanto, teníamos la oportunidad de escuchar los primeros conciertos de las aves que eran testigos de nuestro paso. La dificultad del terreno en algunas etapas se convertía en un aliado al permitirnos alejarnos del tráfico y poder oir únicamente nuestra respiración y las ruedas de la bicicleta que no opacaban en ningún momento los sonidos de la naturaleza.
Pedaleamos en la arena en donde la única sombra era la nuestra

Aunque de vez en cuando debíamos lidiar con el hedor de algún animal muerto al lado de la vía, el aroma típico del campo y el aire limpio representaban un descanso para nuestros pulmones que tienen que soportar a diario la polución de Bogotá.

Bordeamos el río Lengupa hasta Santa María. No parábamos de sudar

Los túneles en Chivor
eran intimidantes
 Deleitamos nuestro paladar con cada parada a comer. Al desayuno debíamos comer lo suficiente para poder pedalear al menos las siguientes dos horas y los almuerzos se convertían en la recompensa después de haber completado cada etapa. Sin embargo, en varias ocasiones decepcionamos nuestro sentido del gusto al intentar fallidamente refrescarnos con el agua de las caramañolas, cuya temperatura se aproximaba a la de nuestros cuerpos. En esos momentos debíamos conformarnos con lo que llamábamos "aromática de Gatorade".

En lo que a mí respecta (y estoy seguro que no soy el único), el sentido del tacto fue el que más sufrió. De las ocho etapas que pedaleamos, seis tuvieron tramos destapados, siendo la tercera etapa entre Puerto Gaitán y Maní la más significativa, pues de los 80 kilómetros de ese día casi el 90% fueron destapados. Por un lado, la vibración que se transmitía desde el terreno a través de las bicicletas castigaba cada parte de nuestros cuerpos, especialmente la cola, las manos y los pies. Por otro lado, pasadas las 8 AM, el sol nos azotaba haciéndonos consumir todo el contenido de las caramañolas en unos pocos kilómetros y reponer el bloqueador sobre la piel en repetidas ocasiones. En este punto quiero agradecer a Land Rover Colombia, quienes confiaron en nosotros y nos apoyaron dotándonos con una flamante Discovery Sport que fue especialmente útil para iluminar nuestro camino en las madrugadas, transportar nuestro equipaje y provisiones para solucionar cualquier imprevisto que se presentara e incluso para ofrecernos sombra cuando alguno se sentía insolado y no veíamos un sólo árbol en varios kilómetros a la redonda. Además fue muy efectiva en los terrenos más exigentes como la arena y las pendientes pronunciadas, en donde nos costaba mucho pedalear, allí conocimos el verdadero 4x4.
Atardecer en la orilla del Río Túa en Monterrey, Casanare

El sentido que más fortalecimos en esta travesía, no obstante, fue un sexto sentido: el sentido de pertenencia hacia nuestro grupo, nuestro propósito y nuestro país. Este valor es el que nos daba la fuerza para pasar nuestras vacaciones despertándonos a las 3:30 AM para pedalear, a pesar de haber sufrido ya bastante en días anteriores, en vez de quedarnos durmiendo hasta tarde y pasando el día en una piscina o en una playa. El sentido de pertenencia nos hacía comportarnos como familia y que los más fuertes animaran e incluso a veces dieran un empujón a los rezagados. También nos daba el ‘perrenque’ que necesitábamos para seguir pedaleando a pesar de las dificultades y rechazar la comodidad y el aire acondicionado de la Discovery. Cumplimos este reto gracias a todos los integrantes del equipo, cada uno tuvo un papel importante en la preparación y el desarrollo de la travesía. Cada uno de nosotros tiene un ingrediente particular que aporta a la armonía del equipo, todos somos diferentes y eso hace que nos complementemos de forma especial para poder materializar nuestras ideas y metas.
La represa de Chivor nos cautivaba con hermosos paisajes mientras nos aproximábamos a Guateque

Quiero agradecer a Nicolás Rojas, quien nos iba a acompañar durante toda la travesía a bordo de la Discovery, pero que sólo pudo apoyarnos en la primera etapa por motivos personales. Sin embargo su presencia ese primer día fue de gran importancia, pues le permitió a Guti experimentar los primeros 105 km de la travesía montada en ‘Lady’, su bicicleta. A Guti también le agradezco porque en gran parte del recorrido afrontó sola la labor de cuidarnos y estar pendiente de todos, siempre estuvo ahí cuando la necesitábamos. Apuesto que ella también está muy agradecida con Land Rover por ayudar a hacer esa tarea mucho más placentera desde esa nave. No sobra expresar la inmensa gratitud a nuestras familias y amigos que estuvieron pendientes de la expedición y nos apoyaron de principio a fin.
Celebramos la llegada a 'Iguaque', la finca de Guti en Guatavita

Seguiremos adelante, planeando nuevas travesías, llegando a nuevos lugares, rompiendo paradigmas y fijando retos y metas que sigan aportando a nuestro crecimiento personal, logrando inspirar a otros, conociendo la hermosa geografía Colombiana y, por qué no, cruzando fronteras. Pronto se enterarán de próximos proyectos para volver a poner la Bici en la Cima.

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