martes, 5 de enero de 2016

Etapa # 3 Puerto Gaitán (Meta) - Maní (Casanare)



Por Santiago Linares

@SantiLinares04
#BiciEnLaCima

Agradecimientos especiales a Land Rover, hoy fueron una salvación en medio del camino. #ReadyToDiscover

Son las 3:20 de la mañana, y la primera alarma no nos levanta, a los 5 minutos llega una segunda alarma para cumplir su cometido. A diferencia del resto de mis compañeros, que tuvieron una fría y agradable noche gracias al aire acondicionado de sus habitaciones, con mi compañera tuvimos que aguantar el calor Portogaitanense producto de un timo de aire acondicionado que tenía nuestra habitación, sin importar eso iniciamos con mucha actitud un nuevo día y con ello una nueva Etapa de la Bici en la Cima. Luego de comer algo de cereal con yogurt, empacar las maletas en la Discovery, y pronunciar nuestra oración diaria, partimos hacia Maní Casanare, la etapa que en el papel parecía la más dura del viaje.



Hacia las 5 de la mañana llegamos al desvío de la carretera destapada que nos llevaría a nuestro destino, de esta forma nos despedíamos del último poblado que visitábamos en el departamento del Meta.

Ya en la trocha la carretera resultó ser mucho más cómoda y agradable de lo que esperábamos, a pesar de algunos huecos profundos que se delataban por quienes iban al frente de la expedición, fue un tramo en el que pudimos andar a muy buena velocidad contando el hecho que encontrábamos en ese tipo de terreno. A medida que el amanecer nos alumbraba, la bóveda de estrellas con las que empezamos nuestra etapa se iba reemplazando por un hermoso espectro de aguamarina y marrón que con el paso de los minutos le daba paso a un hermoso naranja que daba la bienvenida al astro rey.



Durante esta etapa pudimos también disfrutar de la presencia de algunos especímenes muy llaneros, además de las típicas vacas, caballos y uno que otro cerdo, un oso hormiguero corría por la llanura majestuosamente, jamás había visto este animal, también divisamos una babilla y unos kilómetros más adelante unos aullidos nos obligan a detenernos, era un sonido espeluznante pero intrigante, eran monos aulladores. Una vez llegamos a la playa del río meta, nos esperaba el momento perfecto en que el sol sale de su escondite en el horizonte y nos sorprende con sus hermosos colores. Aprovechamos para tomar algunas fotos y nos dirigimos  al punto donde nos embarcaremos en un planchon para cruzar el río hacia el departamento del Casanare. Justo antes de llegar al punto donde atracaría el planchón, me encuentro con una experiencia obligatoria para todos los ciclistas, mi primera caída enchoclado, esta es motivada por el alto nivel de la arena que frena mi bicicleta de repente y con ella nos vamos derecho al piso. Qué alegría que esta situación hubiera ocurrido en una superficie tan acolchada.



Una vez cruzamos el río, bienvenidos al Casanare, nos informan que nos espera un camino que se podría recorrer en aproximadamente en hora y media en moto, por lo que sabemos que nos esperarían unas 4 horas de bicicleta. Luego de comer sándwiches, recargar snacks y gatorade para el camino, partimos a enfrentar la trocha del Casanare.



Ya en el camino, nos encontramos que la calidad del recebo no es tan buena como la última trocha que habíamos abandonado en el Meta, en esta ocasión, nos acompañaba una vía muy rocosa donde las piedras iban desde el tamaño de una pelota de baseball hasta una papaya, la vibración de las bicicletas se sentía muy fuertemente en la manos, las muñecas y especialmente la cola. Luego de un par de kilómetros el grupo se separó y yo me quedé con el pelotón que iba al frente. En un sector vimos lo que parecía la huella de unos carros al costado del camino, decidimos avanzar por esa carretera hecha por quienes como nosotros buscaba huir de la vibración y el golpeteo de las piedra, sin duda fue una buena decisión haber tomado esa vía que aunque se estrechaba en algunos tramos resultaba mucho más cómoda que la vía empedrada, decimos bautizarla, la autopista. Cerca de una 1 hora después de haber desembarcado del planchón nos encontramos lo que se convertiría en mi pesallida. Las trampas de arena, estas trampas además de frenar en seco el paso de las bicicleta cuando el nivel era muy alto, desestabilizaban nuestro paso y nos hacían derrapar intrépidamente, era previsible lo que iba a suceder, me volví a caer en una de estas trampas.

Luego de levantarme y parar a esperar al grupo en la siguiente sombra, recargamos caramañolas y snacks para seguir el camino, sin embargo las trampas de arena nos acompañarían por un par de kilómetros más y con ellas otro par de caídas, debo decir que no fui la única víctima de estas trampas, otros miembros del grupo también fueron testigos de las "bondades" de la arena.

Cuando por fin abandonamos esta pesadilla, volveríamos a encontrarnos con las familiares rocas. Lo que vendría sería la parte más dura del día. Además de nuestro rocoso camino, el sol que tan majestuoso se había visto algunas horas antes ahora era nuestro peor enemigo, a eso de las 10:30 am posaba en lo alto del cielo azotándonos la espalda implacablemente, luego de una subida con una pendiente no tan pronunciada pero de 3 km, rodeada de plantaciones de palmas, pudimos apreciar la llanura en todo su esplendor, pasto verde se extendía en todas las direcciones como si de un océano se tratara, y a través de esta, nuestra rocosa vía que se perdía a la vista.



"Paramos en la siguiente sombra" decíamos, sin saber que esto significaría cerca de una hora de camino en medio del llano. Al iniciar la recta en la llanura nos recibió el nauseabundo olor de una vaca muerta al lado del camino, no era prometedora la escena ni el camino que nos esperaba.

Al cabo de un buen rato de pedaleo, la sombra de unos árboles ya se veía más alcanzable, sin embargo un ángel apareció primero, nuestras niñas que nos acompañan, aparecieron detrás nuestro en la Discovery para ofrecernos líquido y comida, ya era necesario, nos estábamos quedando sin recursos y sin energías, el calor era implacable. En ese momento esperamos al resto de grupo que se había quedado rezagado para que también comieran y se hidrataran, era interesante que la única sombra disponible era la que proveía la camioneta, casi todos estaban dentro del carro. A estas alturas la mayoría consideraron subirse al carro, sin embargo el alma y el amor por lo que hacemos pudo más que la comodidad de la Discovery.

Retomamos con la esperanza que no faltara mucho para llegar, luego de un par de curvas divisamos una infraestructura industrial de gran tamaño, al llegar, afortunadamente la calidad de la vía mejoró y ya no tuvimos que esquivar más grandes rocas que logramos  sortear por más de 50 km de viaje.



Los últimos 10 km de la entrada a Maní eran pavimentados, jamás fui tan feliz de ver pavimento. Finalmente cruzamos un puente que cruza el río Cusiana y por fin nos encontrábamos en Maní luego de recorrer 80 kilómetros de carretera destapada. Esta etapa sin lugar a dudas, para mí, ha sido la más dura hasta ahora, mañana nos espera un pequeño abrebocas a la llegada a Yopal de lo que serán las etapas de montaña, estamos a la expectativa, con muchas ganas de poner La Bici en la Cima.

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