lunes, 5 de enero de 2015

Día 2 - Ambalema - Líbano

Por Juan Camilo Farfán R.

Comenzaba un nuevo día para nuestra travesía antes de que se asomara el sol en la vieja población de Ambalema, fundada ya hace un par de siglos. Esta población había sido testigo de innumerables historias y ahora nosotros contábamos con la oportunidad de agregar un relato más.

Nos levantamos a las 4:30 de la mañana para evitar la luz del sol la mayor cantidad de tiempo posible, pues ya sabíamos del día anterior que el calor sería bastante fuerte. Arrancamos poco antes de las seis, desayunados, y despedimos la población de Ambalema. 

No habíamos recorrido más de unos cuantos kilómetros cuando vimos la majestuosidad de los nevados del Tolima y el Ruiz, se podía ver en sus cumbres como el sol calentaba estos glaciares que alguna vez cubrían un área mucho mayor. Mientras pedaleaba, la vista de estas montañas me producía un asombro y una felicidad por un lado, y tristeza y nostalgia por el otro. Ya que era espectacular el paisaje y estábamos contemplando esta maravilla de la naturaleza mientras hacíamos una de las pasiones más grandes que todos compartíamos, pedalear. Sin embargo la vista también era una advertencia de cómo nada es para siempre, que estos picos nevados algún día desaparecerán y así como nuestros abuelos nos hablaban de sus viajes en tren, nosotros diremos que teníamos picos nevados, una pérdida que recordaremos como irreparable para toda la posteridad.

Visita del grupo a la tumba de Omayra Sánchez. Armero (Tolima)
Continuaba nuestro viaje custodiados por estas montañas en medio de los avisos grupales de los huecos y el tráfico en la vía cuando llegamos a Armero. Para entrar a Armero había que desviarnos de nuestro de camino un poco pero era necesario hacer homenaje a las miles de personas que murieron en una de las peores tragedias naturales del siglo XX. Apenas entramos a este pueblo sepultado, una de las primeras cosas que vimos fue la cúpula de la Iglesia en una de las esquinas de lo que fue la esquina de la plaza principal. ¡Solamente quedo la cúpula de la Iglesia! Tal sería la magnitud del alud de tierra que bajo desde el volcán para destruir una de las principales edificaciones de Armero. Luego seguimos a la tumba de Omayra Sánchez, que duró tres días de agonía con medio cuerpo atrapado. Su inocencia no la salvaron de esta terrible tragedia pero su carácter y serenidad para afrontar la muerte San Lorenzo. Lo que fue el tercer piso está a nivel de la carretera y en sus paredes aún se puede ver los estragos del lodo de la avalancha. Armero jamás puede ser olvidado y tiene que ser para siempre un recordatorio para la humanidad que hay poderes en este mundo que pueden acabar no solo con unas vidas sino con el espíritu de todo un pueblo.
le enseñaron al mundo que la vida es un tesoro invaluable y debemos estar profundamente agradecidos que respiramos en este instante. Así pues todos en silencio con nuestras bicicletas nos encontrábamos en este lugar. Pasado un rato recorrimos el resto del pueblo contemplando las casas y negocios abandonados o apenas techos ya que el resto están bajo tierra. Salimos finalmente a la carretera y vimos por último las ruinas del hospital

 Al salir de Armero retomamos nuestro rumbo y comenzó una subida de 34 km a la población de Líbano, esta subida era un gran desafío pues de 300 metros sobre el nivel del mar a los cuales nos encontrábamos íbamos a subir a 1500 metros. Al principio tuvimos la fortuna de contar con unos cuantos árboles sobre la vía, que nos protegían ya del fuerte sol con su sombra. Para este entonces nuestro grupo empezaba ya a dispersarse pues no todos podemos subir al mismo ritmo. 

La protección de los árboles del calor y el sol no duró mucho, se despejó la vía y la montaña empezaba a retarnos cada vez más. Afortunadamente teníamos el acompañamiento del carro, o mejor dicho, de las tres niñas del carro (Natalia, Maste y Daniela) que muy organizadas y muy pendientes de todo el grupo nos proporcionaban con hidratación suficiente, bocadillos y bananos. Como el grupo se había separado ellas tenían que subir y bajar constantemente en el carro para mantener satisfechos tanto a los primeros como a los últimos.

Por fortuna, más arriba no solo los árboles volvieron a acompañarnos sino también una que otra nube, situación que estoy seguro que todos recibíamos con alivio la frescura de la sombra. La vegetación comenzó a cambiar ligeramente, aparecían plantas y árboles que no se veían abajo. En silencio desde el día anterior teníamos unas compañeras de viaje, las mariposas. Mariposas de varios colores: blancas, amarillas y naranjas. Distraían nuestro atención del cansancio y secretamente quisiera nos animaban a continuar.

Refrescada necesaria en la cascada
"El Chorro del Abuelito"
Después de unas cuantas horas de difícil subida el camino nos premió con una cascada llamada El Chorro del Abuelito, sin dudarlo la mayoría de nosotros nos bañamos y nos refrescamos en sus aguas. Descansamos en medio de chistes y curiosidades de cada uno. 


Luego recorrimos los últimos kilómetros a Líbano, ya el cansancio y el hambre se sentían pero después de unas cuantas colinas con cultivos de café, Líbano finalmente apareció pues algunos de nosotros dudábamos de su existencia después de subir tantas pendientes. Ya el clima es más benevolente pero a partir de mañana comienza el frío...









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