Por Juan
Martín Gómez Sánchez
Después de un par de duras y
exigentes jornadas previas, hemos despertado el 06 de Enero en Líbano (Tolima),
día en que celebramos la llegada de los Reyes Magos, para comenzar el tan
temido ascenso entre los pueblos tolimenses de Líbano a Murillo.
Cabría resaltar que soy tolimense
y no conocía el Líbano. Debo decir que es un próspero pueblo, mucho más
organizado que otros, más limpio y en cierta medida más silenciosa, es decir,
sus lugares de dispersión no compiten por atraer clientes por medio de poner la
música muy alta. Además, un valioso dato es que varios de sus locales
comerciales cuentan con ciclo-parqueaderos (con soporte para una sola llanta),
lo que me permite inferir que es una población que a pesar de su tamaño, le da
un lugar a la bicicleta. También, la calidad de las personas es admirable, por
ejemplo, después de la oración que realizamos en la catedral del pueblo, un
curioso motociclista nos preguntó por nuestro destino y una vez charlamos, él
mismo nos guió hasta la salida del pueblo.

Desde mi punto de vista, no solo
sentí la marcada pendiente como un enemigo, sino también la falta de oxígeno,
que poco a poco me obligó a pensar que era un loco, o un “buscón” (como me
llamaría mi abuela) por cambiar mis vacaciones relajadas junto a mi familia y
amigos por esto. He llegado a concluir que el nivel físico que este tipo de
actividades requiere es en realidad muy alto; no obstante, mi más valiosa
anécdota es que creo que el deseo de cumplir metas, sentirse fuerte, sentir que
nunca estoy solo, que soy parte de un equipo que me respalda (La Bici en La Cima) y que el pensar positivamente tiene un poder más grande que las
ganas de continuar cómodamente en el muy famoso lugar denominado “zona de confort”.
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Juanca entrando a Murillo. Al fondo: típica fachada de las casas. |
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Arquitectura colorida de Murillo. Al fondo: Catedral |
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Laguna El Escondite |
Cada vez estamos más cerca de poner la Bici en la Cima.
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