jueves, 3 de enero de 2019

Etapa 1. Bogotá - Alto El Palo (Choachí)

Por: Felipe Caicedo
@bicienlacima

Ansiedad. Nervios. Expectativa. Son algunos de los muchos sentimientos que pasaban por la cabeza antes de comenzar a pedalear. “¿Por qué me siento así?, he entrenado todo el año, 2018 fue quizás mi mejor año sobre la bicicleta”. Era una de las tantas cosas que pasaban por mi mente. No lograba explicarlo. 

Era quizás el hecho de llevar 3 semanas sin dar un pedalazo. Quizás fue alimentado por nuestras propias familias que, aunque orgullosas, no podían disimular los nervios que le producía saber que su ser querido iba a pasar 5 días expuestos al sol, la lluvia, a los riesgos propios de la carretera, por periodos de más de 5 horas. O simplemente, quizás, es una reacción natural de nuestro cerebro cada vez que se enfrenta a un evento desconocido. ¿Será que nuestro cerebro se vuelve adicto a esa sensación y por eso el ciclismo y las expediciones es algo que no podemos dejar de hacer? No lo sé. Pero la sensación era real.

Sensación que se fue en el momento en que dimos el primer pedalazo cuando cada uno salió de su casa sobre las 5 de la mañana.

6 en punto de la mañana todos reunidos con nuestras familias listos para salir. Esa sensación que describo la cambiamos rápidamente por el frío intenso (si, toda la semana soleada  y hoy fue el día más nublado y frío del 2019). Con grata sorpresa dos motos de la policía nos escoltan y nos llevan seguros hasta el Páramo del Verjón.

Todos listos para iniciar la travesía junto a Chevrolet
El acompañamiento de la Policía hasta el Páramo


La mente juega contigo, y juega mucho. Entre la subida interminable, el frío intenso y la todavía cercanía de la casa, la mente se inunda de pensamientos de abandonar y preguntas de “¿POR QUÉ RAYOS me metí en esto?”. Paciencia mi gente. Aunque suene obvio, de las expediciones aprendí que no son carreras. Es una forma diferente de pedalear, se trata de ir más despacio, de disfrutar cada metro, el entorno, los animales, la gente que te saluda por el camino. Los 16 kilómetros de la subida hasta el Páramo del Verjón fueron eso, un tire y afloje mental en el cual las vistas del camino le ganaron con creces a todos los diablitos que me hablaban en la cabeza y me decían que aún podía dar media vuelta y disfrutar los últimos días de vacaciones en la comodidad de mi casa.

Parada obligada para despinchar

Bajamos hasta antes de Choachí, desvío por trocha y mucha subida hasta una bajada técnica hasta Choachí. Tan técnica que terminé pinchado después de un salto. Parada para desayunar en el pueblo y de ahí los últimos kilómetros con M U C H A subida hasta el lugar donde pasaremos la noche.

El paisaje en la bajada a Choachí


Hoy, aquí desde la Finca Vega del Oso, después de haber superado todas las trabas mentales para iniciar este viaje, solo quedan pensamientos positivos. Pensamientos de satisfacción por haber completado una etapa tan dura. De agradecimiento por la calidad de gente con la que emprendimos este viaje y los patrocinadores que nos han facilitado todo el proceso. De gratitud por el día que tuvimos, que a pesar del frío, transcurrió sin lluvias, nublado para que el sol no nos quemara. De alegría por haber llegado a la finca y poder dormir bajo un techo, calientes y poder tomar un súper almuerzo después de pedalear. 

Pero sobre todo, nos queda una reflexión: tracen una meta y vayan por ella contra viento y marea. Hace 5 meses tuvimos la primera reunión, hubo gente que se salió, cambiamos la ruta original, hubo cambio en la logística, pero hoy podemos decir : esto comenzó y vamos con todo a conocer y enamorarnos de Cundinamarca en estos 4 días de expedición que quedan, vamos a aprender de nosotros mismos, vamos a cumplir un sueño y vamos a vivir la vida al 100%.

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