domingo, 3 de febrero de 2019

Etapa 5. Machetá - Bogotá (Alto de Patios)

Por: Andrés Vergara
7 de enero de 2019
@bicienlacima

Último día.

El día anterior había terminado exhausto. Cansado. Y preocupado. ¿Nos darán las piernas para
llegar a Bogotá? ¡Estamos en la porra! Yo estoy cansado, yo que he entrenado un montón, hice 13
mil kilómetros de bicicleta el año pasado. Estoy cansado. Sentí miedo.

Mi estrategia cuando estoy cansado es comer y dormir. Supongo que, si uno hace eso, habrá
energía para lo que sea. Por fortuna el lugar al que habíamos llegado en Machetá estaba sabroso.
Cama cómoda, buen baño, buena ducha.

La etapa final consistía de 100 kilómetros entre Machetá y Bogotá, pasando por el Sisga, y
tomando la famosa Perimetral de Oriente, para bordear Tominé, pasar por Guatavita, pasar por La
Calera y llegar a Bogotá por Patios. Eran 100 ki ló me tros. Y un desnivel también bravo. Tenía
miedo jaja.

Pensando en lo que se nos venía, sugería hacer algunos cambios: como el día anterior ya habíamos
ido hasta Machetá (pueblo), pero el hospedaje había implicado devolvernos unos kilómetros EN
BAJADA, entonces propuse que saliéramos desde Machetá (pueblo), y así ahorrarnos esos 6 o 7
kilómetros de subida, que podrían significar una hora más de viaje. Y sugerí otra cosa: en vez de
pedalear por la carretera entre Sesquilé y Guasquita, que pasa por Guatavita y que tiene bastantes
columpios, que nos fuéramos más bien por la autopista norte hasta Briceño, que entramos por
Sopó y llegáramos a la bajada de Guasquita, siendo esta propuesta igual en distancia, pero con
menos subidas. Mis propuestas fueron aceptadas.

En la noche previa a la etapa final comimos pasta. En el lugar había poca señal de celular, lo que
facilitaba irnos a dormir temprano. Algunos vieron televisión, yo preferí ir a dormir. Compartí
cuarto con Mutis, el gran capo del equipo.

Nos levantamos temprano. Había buenas sensaciones. Comer y dormir habían dado frutos. Quizás
fue el día que más rápido nos alistamos para salir. Cereal y bonyurt fue mi desayuno. Se venía la
etapa más larga, pero quizás la más fácil porque todo era pavimentado, y las pendientes de las
subidas no eran tan complejas. Alistamos maletas y, tal como lo había propuesto, salió el carro con
el primer grupo de ciclistas, hasta Machetá. En ese primer combo iban Felipe, Hernández y Mutis.

Yo me quedé con Martín y Nicolás. Martín había estado con indicios de gripa, pero tenía buen
semblante. Nicolás es fuerte, y si está débil no lo demuestra. Estábamos listos para subir al Sisga.

Salimos en la bicicleta hasta la principal, y apareció la camioneta que nos subió hasta Machetá.

Eran las 6:30am. Bajamos las bicis y empezó la rumba: subir al Embalse de El Sisga y después al
Alto de El Sisga. Ya en bici en la cima 3 habíamos hecho la carretera. Hace unos meses había ido
hasta allá, pero en bici de ruta, eso es otro cuento.

Pero empezar la etapa en subida no es fácil. Teníamos 400 kilómetros encima… pero no había de
otra. Mi apuesta mental, como para tener tema en qué pensar, era en cuánto tiempo
alcanzaríamos al grupo que había salido antes que nosotros. ¿Los alcanzaremos antes del Sisga?

Esa carretera es linda. Es cordillera. Nada que ver con el altiplano. Era subir y subir. Había algo de
frío, pero eso era lo de menos. Fueron una hora de dar pedal hasta que visualizamos al resto del grupo, y se empezó a divisar el embalse a la izquierda y la carretera a la derecha. Supuse era un
buen síntoma, ya estamos cerca…

…Cerca de qué, aún faltaba cruzar el Sisga, ¡el Alto!, bajar y parar a desayunar, y darle un montón
de kilómetros, subir al alto de arepas, subir a patios por atrás que ¡siempre cuesta!, y llegar a casa.
Aún estábamos más cerca de Machetá que de la meta.

Arrancamos juntos nuevamente para la subida, y le hicimos de chorro hasta el lugar acordado para
el desayuno. Llegamos, nos metimos tremendo desayuno: nos tenía que dar para llegar a Patios.
Qué desayuno tan sabroso. Huevos, pan, jugo, chocolate, y otro pan porfa. Ida al baño,
bloqueador en la cara, y a pedalear. Eran las 9am.

Arrancamos por la autopista, ¡qué mamera la autopista! Llevábamos 4 días pedaleando por
carreteras secundarias casi todas destapadas, en las que pocos carros pasaban. Era lunes festivo,
había operación retorno, se oían muchos motores, sobretodo de motos, tractomulas, flotas y
carros. Pero bueno, yo era el que había propuesto tomar la autopista en vez de meternos por
Tominé. Eran 45 minutos para llegar a Briceño, y nuevamente salirnos a vías más calmadas.

Arrancamos, solo tuvimos la subida esa que hay antes de llegar al Peaje. Casi todo plano, eso
permite avanzar sin mayor esfuerzo.

Cuando íbamos por Tocancipá, un carro pitó amablemente, era mi mamá. Nos había salido a
buscar, y nos iba a escoltar hasta llegar a Bogotá. Fue divertido, emotivo. De hecho, más adelante,
cuando pasamos Sopó, apareció mi padre, que ya nos había acompañado en Guasca. Momento
para saludar, y para reagrupar. Estábamos a 41 kilómetros de terminar. Nos había rendido.

Eran las 10: 30am cuando empezó la parte final de la travesía, pero tramo duro del día. Subir el
alto de Arepas y luego el empinado alto del cable y finalmente, el mítico alto de patios al que uno
siempre llega con la lengua afuera… En patios nos esperaban los deliciosos beigles de Om, gran
lugar para llegar después de cualquier entrenamiento… o para llegar después de una travesía.

Nos habían pasado muchos ciclistas, aquellos que van con más afán, pero ahí íbamos nosotros, en
grupo a paso lento pero seguro. Mutis, el capo del equipo, conocido por todos como “el
gastronómico” ponía el ritmo. Los del carro se adelantaron porque, supusieron que quería
comerse una arepa en el alto de las arepas… prefirió seguir derecho, menos mal, porque más
adelante Om nos esperaba.

Pasamos por La Calera, llegamos al Embalse San Rafael, y apareció un buen amigo que venía desde
la Cuchilla. Wow, mis respetos, ¡La Cuchilla!, pensé; pero bravos nosotros hacer lo que habíamos
hecho jaja. Nos acompañó a nuestro paso hasta que empezó la subida… solo faltaban 3
kilómetros, o lo que haya de esa subida, para terminar con todos los cansancios acumulados.

¡La última subida!
Era el cierre, el fin, la culminación de esta travesía que nos había permitido conocer un montón de
lugares que están en nuestro mismo departamento, en el patio oriental de Bogotá. Una vez más
queda claro que no hay que ir a Cafarnaúm para conocer el mundo… A menos de 100 kilómetros
lineales hay lugares sorprendentes. Por ejemplo, poca gente sabe que Bogotá cuenta con el
páramo más grande del mundo –el de Sumapaz- y está en el sur de nuestra capital.

El caso. La bicicleta es una terapia de meditación, y mientras se pedalea, se piensan mil cosas.
Sobre todo, cuando uno hace estos planes, cuando uno se mete en destapados largos, con
bosques, páramos o potreros, cuando el sonido del viento, de los pájaros o de la misma bicicleta,
lo ponen a uno a soñar, cuestionar, y hasta plantear y resolver dilemas de la vida.

La llegada a Patios fue emotiva. Pasaron cosas curiosas. Por ejemplo, un buen amigo que había
estado acompañándonos el primer día hasta el páramo de El Verjón, hizo pancarta y subió a
recibirnos faltando 200 metros para el Alto. No nos lo esperábamos. Gracias Samuel.

Gran recibimiento de Samuel
Y en Om, ya estaban algunos papás de gente del equipo, incluida mi madre que nos había
escoltado desde Tocancipá. Y estaban los deliciosos bagels, varios batidos y café que nos habían
reservado. Qué hambre teníamos, desde el desayuno en Sesquilé no comíamos algo, fuera de lo
que cargábamos en nuestros bolsillos o lo que nos había dado el carro.

Una pequeña recompensa al final
Llegar a patios tiene su mística. Para muchos, es el Everest bogotano; para otros, es un epicentro
de la cultura de la bicicleta en Bogotá, y ha sido para un montón de ciclistas, el primer
entrenamiento. Pues ahí, en Patios, terminamos nuestra travesía.

No queda más que agradecer.

A Colombia, a Cundinamarca y al planeta tierra, por sorprendernos con esta geografía, con los
paisajes, con los climas y con la gente.

Al equipo de Bici en la Cima por esta nueva travesía, ya llevamos 6; y a la logística, son
fundamentales en esto que hacemos. Guti y Juan Diego, se fajaron.

A los patrocinadores y a los que nos apoyaron, como Chevrolet, la Colorado fue perfecta para adaptarse al difícil terreno que tuvimos que afrontar. Tempo Cycling que nos hizo la limpieza de las bicis muy fácil con los productos Muc-Off. Y Om, quienes nos esperaron para recibirnos con unos Bagels y batidos incríbles en Patios.

A nuestros amigos que estuvieron pendientes, que llamaron, escribieron y que nos hicieron
seguimiento a través de nuetro blog, de las redes sociales.

A nuestras familias por entendernos, por apoyarnos y por acompañarnos.

Y a Dios, por todo.

2 comentarios: